lunes, 29 de junio de 2015

Refrendo en Grecia

Good morning, Spain, que es different

Alexis Tsipras ha convocado un referéndum para que los ciudadanos opinen sobre las condiciones en las que se va a realizar el segundo rescate a Grecia.
Desde el punto de vista democrático, poco se puede objetar al deseo del Gobierno heleno de consultar a los ciudadanos sobre una medida de esta trascendencia, pues ellos serán inmediatamente afectados por las condiciones que imponen los rescatadores.
La decisión, políticamente necesaria y moralmente justa, es infinitamente mejor que negociar entre bastidores una apresurada reforma de la Constitución para complacer a Berlín, a París y a Bruselas, como hicieron Zapatero y Rajoy. Pero en la troika no gustan los experimentos que pueden dar lugar a dosis excesivas de democracia, pues, antes que la opinión de los pueblos, prefieren la opinión de los expertos, de los suyos, claro está.
Los partidos de las derechas y las organizaciones empresariales acusan a Tsipras de romper de modo unilateral las negociaciones, movido por un alarde de orgullo nacionalista. No parece extraño que esa sea la respuesta adecuada a la lógica que impera en la Unión Europea, donde Merkel se mueve por un orgullo nacionalista y expansivo (por no decir imperial) -la economía alemana, primero; los bancos alemanes, primero-, y el resto de miembros la secunda movido por un orgullo monetarista, donde se ha colocado el dinero por encima de las necesidades más apremiantes de las personas.  
Acusan también a Tsipras de acudir al referéndum para resolver los problemas internos de su gobierno. Lo mismo puede decirse de la Unión Europea, que carece de un gobierno legítimo, pues el poder ha sido usurpado por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el Bundesbak y la Cancillera, y cuando esas sobrevenidas instancias no son capaces de ponerse de acuerdo sobre importantes problemas internos y externos, la  defensa de la usura sirve para construir una interesada y precaria unidad contra un pequeño y empobrecido país que representa el 2% del PIB europeo. 
A la vista de la cifra, la inflexibilidad de Berlín y Bruselas, jaleada por ese coro de palmeros y bufones que la acompaña, más parece que responde a la decisión política de establecer quien manda, que a un cálculo ponderado sobre lo que supondría para Grecia abandonar la moneda única y sumarse al resto de países de la Unión Europea que disponen de moneda propia. De la Unión Europea lo que llega son aspavientos y amenazas y poca información veraz.
La situación económica de Grecia pudo ser una sorpresa para los ciudadanos europeos, empezando por los griegos, pero no para los expertos de la Unión Europea. ¿A quién quieren engañar?
La Unión Europea, el Banco Central Europeo, el Bundesbank, los bancos alemanes, los franceses, etc, conocían bien cuál era la situación económica de Grecia. Lo sabía el FMI y lo sabían esos "infalibles" oráculos que son las agencias de “rating”, y actuaron en consecuencia para que Grecia se pudiera adherir al euro. 
Las cuentas se maquillaron con el disfraz de un acuerdo entre Goldman Sachs y el Banco Central de Grecia; los responsables de la operación fueron Mario Draghi, por Goldman Sachs, y Lucas Papadimos, por parte del banco griego. Mario Draghi preside hoy el Banco Central Europeo y Papadimos fue economista jefe del banco central griego desde 1985 hasta 1993, luego vicegobernador y luego gobernador hasta 2002. Desde ese año y hasta 2008 fue vicepresidente del Banco Central Europeo, entonces presidido por Jean Claude Trichet (el hombre que subió dos veces el Euribor en plena crisis). Tras la dimisión de Papandreu, por las presiones de Merkel y Sarkozy para evitar el referéndum que el primero quiso celebrar, Papadimos se convirtió en Primer Ministro de Grecia. Sorpresas pocas.  
Entre 2002 y 2011, Grecia compró armamento en la siguiente proporción: el 25% a Alemania, el 13% a Francia, el 42% a EE.UU, el 7% a Holanda, el 3% a Italia y el 2,6% a Reino Unido. Naturalmente, todos los proveedores vendían con la intención de cobrar.  
En 2010, mientras se negociaba una ayuda a Grecia de 22.400 millones de euros, Francia y Alemania presionaban al gobierno heleno para venderle armas en una situación tan paradójica como favorable, que es el viejo temor de Grecia a Turquía, curiosamente, miembro también de la OTAN y, por lo tanto, aliado.
A pesar de las medidas de austeridad, Papandreu compró submarinos a Alemania (Grecia ha sido durante años el principal destinatario de las armas alemanas) y fragatas a Francia (el 10% de sus ventas de armas van a Grecia) por importe de 6.000 millones de euros.
Entonces, Daniel Cohn Bendit denunció en el parlamento europeo que Grecia había gastado un dinero que no tenía para comprar armas que no necesitaba.
Efectivamente, el referéndum del domingo no va a resolver los problemas económicos de Grecia, pero dejará ver el respaldo del Gobierno y, sobre todo, se habrá escuchado a los ciudadanos, que quieren ser tratados como tales y no cómo súbditos de un nuevo imperio financiero en construcción.
La pequeña Grecia puede convertirse en el paso de las Termópilas, donde se estrelle la nefasta política de austeridad, y cada ciudadano griego puede emular a los 300 espartanos que siguieron a Leónidas. ¡Ahuuuuuuuuuuu! Y que tiemble Jerjes, vestido de señora.   

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