sábado, 13 de junio de 2015

Nuevos ayuntamientos

Good morning, Spain, que es different

Después de muchas negociaciones, algunas con resultados sorprendentes, se están constituyendo los nuevos ayuntamientos.
Lo primero a destacar es la gran diferencia respecto a 2011, cuando el PP, ante un PSOE en agonía y el resto de la izquierda en postración, obtuvo las mayores cuotas de poder local y territorial de las que ha dispuesto un partido político en toda la etapa democrática. Situación que completó con la aplastante victoria en las elecciones generales de noviembre, con lo cual, Rajoy ha dispuesto durante casi cuatro años de un poder personal por nadie igualado. 
A pesar de la diversa entidad y composición de las fuerzas locales (partidos, plataformas ciudadanas, alianzas, etc), lo que aparece como objetivo general es desalojar al PP del poder institucional, allá donde lo tuviere. El PP sigue siendo la lista más votada, pero eso no quita que haya sido el partido más castigado en las urnas. 
Los nuevos ayuntamientos se constituyen sobre tres ejes principales: regenerar la vida pública, representar mejor a los ciudadanos y revertir los peores efectos de la crisis y de las medidas de austeridad. Es decir, lo opuesto de lo que ha hecho el PP, que con mala gestión, corrupción y despotismo, ha llevado a cabo una rigurosa política dictada por intereses de clase y de partido (para forrarse ellos y permitir que se forren sus allegados). 
En la mayoría de los casos, los nuevos concejos surgen de diversos acuerdos (esperemos que sean duraderos) entre partidos que no han logrado la mayoría suficiente para gobernar en solitario. Se abre, pues, una nueva etapa, inédita por lo general en nuestro país, en la que debe predominar la negociación, la sensatez, el compromiso y la cooperación entre las fuerzas políticas; una cultura política de la que estamos bastante necesitados. 
En el PP, sorprendidos por un resultado electoral inesperado, han tratado por todos los medios de mantener su hegemonía con variados argumentos, pero, en realidad, han entendido poco de lo ocurrido, lo cual es una muestra de lo distantes que están de las demandas de la sociedad, en particular de las clases sociales económicamente más débiles. 
Han creído que bastaba exhibir machaconamente las grandes cifras de la selectiva recuperación económica para mantener la hegemonía como premio a su gestión. El atribuir la derrota a un “problema de comunicación” y al “martilleo de la corrupción” efectuado por la prensa, reconocen varias cosas: A) que las cifras que afectan a las condiciones de vida y trabajo de la gente son peores de las que dejó Zapatero (más paro, salarios más bajos, más empleo precario, más pobreza, y que la deuda, que era la coartada de los recortes, no ha dejado de crecer): sube el PIB, pero también la pobreza y la desigualdad. Estos negativos efectos de su programa de gobierno debían quedar sepultados por la comunicación, es decir por una propaganda que, al final, ha sido insuficiente (hay que aumentar la dosis). B) Están cegados por su propia situación: viven en una burbuja proporcionada por su cerrada ideología y por el estrecho círculo de intereses en el que se mueven. Lo cual es una muestra de que la ideología de la clase dominante sirve antes que a nadie a la fracción de esta clase que la elabora; la ideología no es sólo una visión deformada de la realidad para las clases dominadas, sino una perspectiva deformante para la clase dominante. 
C) En el PP han quedado sorprendidos de que la reacción social haya surgido precisamente cuando lo peor de la crisis, que era la prolongada recesión, ya había pasado. Lo cual indica la ceguera de sus expertos y asesores, porque, aparte de que los efectos benéficos de la recuperación se han quedado en las franjas sociales con rentas más altas, ignora que una agresión tan brutal como la realizada a las clases subalternas debía tener una respuesta. Y la respuesta se ha dado, no de manera inmediata pero sí de manera progresiva y bastante general, pues las clases más perjudicadas por las medidas de austeridad han tardado tiempo en pasar de la sorpresa, al recibir los primeros golpes por el gobierno de Zapatero, a la indignación, a la protesta y la movilización y, finalmente, a dotarse de un discurso crítico y de una alternativa política, gracias al cauce abierto por Podemos en enero de 2014. 
La situación creada era tan grave y tan distinta de todo lo anterior, que para intentar modificarla precisaba instrumentos políticos también diferentes. Y esto es lo que tampoco ha logrado percibir Izquierda Unida, ni por supuesto el PSOE y los sindicatos. La situación de emergencia social exigía ver las cosas de otra manera y actuar en consecuencia. Y el resultado de este cambio de percepción en la ciudadanía ha sido el clima de opinión que ha rodeado las elecciones y la constitución de los nuevos ayuntamientos: donde hace cuatro años había apatía, sorpresa, perplejidad, pasividad y sobre todo abatimiento, ahora hay ilusión, exigencia, esperanza y una moderada sensación de triunfo. Y eso es lo que espanta a la derecha.

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