domingo, 7 de junio de 2015

El poder de Stalin

Respuestas a comentarios en FB al artículo de Álvarez Junco sobre Stalin ("El otro monstruo", El País, 7-6-2015). 

Marx pensaba en la experiencia de la Comuna parisina, no en que un agente de la Ojrana zarista pudiera hacerse con el poder soviético después de liquidar a todos sus compañeros del Comité Central del Partido Bolchevique.
El poder de Stalin fue resultado de su personalidad, de la estructura del partido y del Estado, de la propia revolución en el marco de la guerra mundial, de la posterior guerra civil y de la intervención extranjera, de la tradición autoritaria rusa, de la pérdida de cuadros comunistas durante la guerra y la intervención extranjera, de la industrialización acelerada, del poder de los técnicos, de la pérdida de poder de los soviets, de la burocratización del partido que tendió a fundirse con el Estado, de la afluencia de miles de oportunistas hacia el Partido cuando ya gobernaba y del aburguesamiento de sus cuadros, que llevó a fundir a parte de la vanguardia soviética con la burguesía, formando el germen de la nueva clase zarovique (creo que así la llama Enrique Palazuelos, que de esto sabe mucho). Y sí, finalmente, hay que reconocer que en el marxismo hay notables carencias en teoría del Estado y del Partido, y en consecuencia, de la representación democrática, que es despachada con excesiva frecuencia como democracia burguesa o liberal, y del funcionamiento de los parlamentos (cretinismo parlamentario). El marxismo es sobre todo una teoría crítica del modo de producción capitalista y de su representación política, el Estado burgués, que, como es sabido, Marx pensaba abordar después de la parte económica para concluir "El capital", que, como también es sabido, dejó inconcluso.

Creo que la Constitución americana es de 1787, no 1789, pero este es asunto mínimo. Comparto el análisis y la idea del gulag para la población de color (ver "Nación negra.Poder Negro") y añado la persecución y exterminio de la población amerindia, pero el articulo olvida un asunto importante: la cultura política de las 13 colonias sobre la que se erige la revolución americana, una democracia de grandes propietarios pero también de pequeños y de comerciantes, pero procedente de usos asentados en Inglaterra desde mucho antes (1648, 1688), el asentamiento de principios liberales (influencia de Locke) y la ausencia de una nobleza de sangre. Esta cultura política es muy distinta de la rusa que hereda la revolución de Octubre del zarismo, que es la propia de una monarquía absolutista, de una nobleza numerosa y poderosa, de grandes propietarios rurales, del poder de la Iglesia ortodoxa, de la de la tardía abolición de la servidumbre (Alejandro II, en 1861 coincidiendo con la Guerra de Secesión americana) y de inveterados usos autoritarios, propios de uno de los últimos imperios absolutistas europeos, que no admite comparación con ni con el tamaño ni con la morfología social y económica de las Trece Colonias.

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