miércoles, 25 de febrero de 2015

¿Dónde está la Nación?

Good morning, Spain, que es different
En la primera sesión del debate sobre el estado de la nación, el triunfal discurso de Rajoy sobre la buena marcha de la recuperación y las perspectivas de crecimiento económico, con apenas alusiones a otros asuntos, ha servido para señalar la posición desde la que habla y para acotar el objeto de su reflexión. Al elegir el lugar desde el que dirigirse a la nación y la forma de aludir a sus problemas, definió, quizá sin pretenderlo, lo que considera la nación y señaló su relación con ella.   
Rajoy no habló al Congreso en calidad de Jefe del Gobierno de España, sino como presidente del consejo de administración de la Marca España, entregando a los accionistas un amañando balance de situación, en el que destaca el estado bonanza de unas cuentas saneadas y la perspectiva de crecer en el futuro inmediato. Pero se trata de un caso ejemplar de “contabilidad creativa” o de “maquillaje financiero”, porque en la cuenta de Pérdidas y Ganancias, las pérdidas se han quedado en el cajón para que el saldo sea favorable a las Ganancias, como le recordaron los portavoces de varios partidos de la oposición.
Los pérdidas son muchas y “costes de producción” de la Marca España, que no aparecían en el manipulado balance, son altísimos, y, lo que es peor, lo serán  durante mucho tiempo.
Los costes no son medibles sólo en deterioro del sistema económico y financiero (quiebra bancaria, cierre de miles de negocios, destrucción del tejido productivo y comercial, aumento de la deuda pública), en sufrimiento humano (paro, empleo precario, desahucios, subconsumo, pobreza, desigualdad) y en destrucción de la capacidad asistencial del Estado, sino también en pérdida de confianza de los ciudadanos en el Gobierno, en deterioro de las instituciones, en impotencia ante la galopante corrupción que afecta antes que a nadie, al partido que gobierna, y en la pérdida de prestigio internacional.
No sabemos la confianza que suscita por ahí fuera la publicitada Marca España, pero se puede estar seguro de que España como país ha descendido varios enteros en prestigio internacional, no sólo por el retroceso en sus magnitudes macroeconómicas, sino por la servil disposición del Gobierno respecto a la troika, por la irrelevancia en los foros internacionales y por la grosera utilización de las instituciones del Estado para tratar, inútilmente, de evitar que la acción de la justicia alcance al partido del Gobierno. Eso sí que es patético.

Hasta ahora, Rajoy ha mostrado que, para él, España es el Ibex, la banca, el oligopolio energético, el monopolio eléctrico y poco más, y que la temperatura de su patriotismo se mide por las cotizaciones de Bolsa.Good morning, Spain, que es different
¿Dónde está la Nación?
En la primera sesión del debate sobre el estado de la nación, el triunfal discurso de Rajoy sobre la buena marcha de la recuperación y las perspectivas de crecimiento económico, con apenas alusiones a otros asuntos, ha servido para señalar la posición desde la que habla y para acotar el objeto de su reflexión. Al elegir el lugar desde el que dirigirse a la nación y la forma de aludir a sus problemas, definió, quizá sin pretenderlo, lo que considera la nación y señaló su relación con ella.   
Rajoy no habló al Congreso en calidad de Jefe del Gobierno de España, sino como presidente del consejo de administración de la Marca España, entregando a los accionistas un amañando balance de situación, en el que destaca el estado bonanza de unas cuentas saneadas y la perspectiva de crecer en el futuro inmediato. Pero se trata de un caso ejemplar de “contabilidad creativa” o de “maquillaje financiero”, porque en la cuenta de Pérdidas y Ganancias, las pérdidas se han quedado en el cajón para que el saldo sea favorable a las Ganancias, como le recordaron los portavoces de varios partidos de la oposición.
Los pérdidas son muchas y “costes de producción” de la Marca España, que no aparecían en el manipulado balance, son altísimos, y, lo que es peor, lo serán  durante mucho tiempo.
Los costes no son mensurables sólo en deterioro del sistema económico y financiero (quiebra bancaria, cierre de miles de negocios, destrucción del tejido productivo y comercial, aumento de la deuda pública), en sufrimiento humano (paro, empleo precario, desahucios, subconsumo, pobreza, desigualdad) y en destrucción de la capacidad asistencial del Estado, sino también en pérdida de confianza de los ciudadanos en el Gobierno, en deterioro de las instituciones, en impotencia ante la galopante corrupción que afecta antes que a nadie, al partido que gobierna, y en la pérdida de prestigio internacional.
No sabemos la confianza que suscita por ahí fuera la publicitada Marca España, pero se puede estar seguro de que España como país ha descendido varios enteros en prestigio internacional, no sólo por el retroceso en sus magnitudes macroeconómicas, sino por la servil disposición del Gobierno respecto a la "troika", por la irrelevancia en los foros internacionales y por la grosera utilización de las instituciones del Estado para tratar, inútilmente, de evitar que la acción de la justicia alcance al partido del Gobierno. Eso sí que es patético.
Hasta ahora, Rajoy ha mostrado que, para él, España es el Ibex, la banca, el oligopolio energético, el monopolio eléctrico y poco más, y que la temperatura de su patriotismo se mide por las cotizaciones de Bolsa. 

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