Good morning, Spain,
que es different
Hay muchas maneras de suicidarse políticamente, y la peor
de ellas es ayudando a la vez a los enemigos y a los adversarios. Eso es lo que
ha decidido Pedro Sánchez al firmar el pacto de Estado contra el yihadismo, que
le ha propuesto el avieso Rajoy; una trampa en la que ha caído como un
pardillo.
En primer lugar, por el fondo del tema. Una reforma del
Código Penal sobre la que asociaciones de jueces conservadoras y progresistas
discrepan, tanto por la introducción encubierta de la cadena perpetua, como por
el procedimiento, hecho con prisas y al impulso de los atentados de París. Un
asunto así merece algo más de sosiego antes de firmar, y no se sale del brete
diciendo que la recurrirán ante el Tribunal Constitucional. Entonces, si tiene
dudas, ¿para qué la firma? Eso por un lado, por el otro es invalidarse como aliado,
porque firma una cosa y luego se desdice, como ha sucedido con la reforma del
artículo 135 de la Constitución, que la firmó Zapatero y Sánchez quiere echarse
atrás.
Y en
segundo lugar, por la forma del pacto; un pacto a dos, a la vieja usanza, como
si no hubiera cambiado nada en el país, y como si esos pactos a dos no fueran
uno de los factores que más han contribuido a deteriorar el régimen político vigente.
Un pacto a dos y luego se invita a los demás partidos a que se sumen y firmen
por responsabilidad. Muy feo y muy viejo.
Sánchez cree que estamos en 2011, y que un pacto que entre
dos partidos que hoy suman el 45% en la intención de voto es un “pacto de
Estado”. Como un sonámbulo, sigue creyendo en la vigencia del bipartidismo
-¡qué miopía!- mientras el bipartidismo hace agua, y que actúa, como Rajoy le
ha hecho creer, como jefe de la oposición.
¡Qué iluso! El jefe de la oposición
lleva coleta y se halla extramuros de las instituciones, que es donde acabará
el PSOE si no se espabila.
Hace dos
días, en la conferencia autonómica del PSOE, Sánchez aseguraba que “a quien teme
el PP es al PSOE”, y ahora resulta que no le teme, sino que le considera un
aliado en las postrimerías de su mandato y le maneja a su gusto.
Rajoy necesita a Pedro Sánchez para vincular al PSOE, como
la otra pata necesaria, para sostener este tenderete borbónico y neofranquista frente
a las voces que reclaman su reforma o directamente su reemplazo por un régimen
político realmente, no regiamente, democrático. Y Sánchez no se comporta como
un estadista, como el máximo dirigente de un partido que pretende ser la
oposición y la única alternativa al PP; ni siquiera actúa como un ciudadano medianamente
informado y con algunas ideas claras. Lo que acaba de hacer, apoyar a un
partido tan dañino como el PP al final de la legislatura, es de mentecatos,
porque además da alas a los que le están haciendo la cama en su propio partido.
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