A propósito, ahí va un artículo publicado hace años
El estratégico viaje de Benedicto
El tercer viaje de Benedicto XVI a España hay que situarlo en el contexto de la involución doctrinal de la Iglesia impulsada por los dos últimos papas, que tiene como objetivo estratégico restaurar lo sagrado como principio preeminente en la sociedad y, sobre todo, en el ámbito de la política. Es un proceso contrario a la evolución del mundo en los tres últimos siglos, contrario a lo que significó la Modernidad: la autonomía del sujeto, el ciudadano como soberano, la autoridad civil, la capacidad legislativa de los parlamentos, el gobierno no vinculado a la moral religiosa, los derechos civiles, el principio no confesional de lo público, el voto, la información y la libre opinión, la investigación científica, el derecho no canónico y la religión como un asunto de la conciencia personal, no como una cuestión de Estado, que chocan con la estructura, las relaciones internas y los órganos de decisión de la Iglesia, que son medievales.
En este intento de retornar a los
tiempos de la contrarreforma católica surgida del Concilio de Trento, no sólo
hay que ver el afán altruista de preocuparse por la salud del alma de los
habitantes de este mundo, que se podría compartir, sino una ofensiva del cuerpo
sacerdotal para restaurar un orden social que justifique su poder a la sombra
del presunto poder de Dios. Pero el resultado de este proceso no depende sólo
de los clérigos, sino, en especial, de la actividad de los seglares, de ahí
vienen los esfuerzos de la Curia para convertirlos en militantes activos a
favor de restaurar lo sagrado como principio rector de la sociedad y, con ello,
recuperar el poder que antaño tuvo la clerecía.
El
Sínodo de los Obispos (Roma, octubre, 2005) criticó la tibieza de los políticos
católicos que en su actividad pública no dan testimonio de su fe.
Dios
está proscrito de la vida pública (…) La tolerancia que
admite a Dios como opinión privada, pero lo niega públicamente en la realidad
del mundo y en nuestra vida, no es tolerancia sino hipocresía, afirmó el
Papa en el discurso de apertura.
El
presidente del Consejo Pontificio para la Familia, el cardenal colombiano López
Trujillo, apostilló el razonamiento del Papa: No puede ser un problema
privado aceptar leyes que ponen en peligro del futuro de
El norteamericano
monseñor Levada, sucesor de Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la
Fe, señaló la responsabilidad que contraen los católicos cuando eligen a sus
representantes políticos: Es pecado votar a políticos que no combaten el
aborto o ignoran doctrinas morales fundamentales.
En esta reafirmación doctrinal, la
actitud de la Iglesia católica no es mística, sino épica. Los mensajes del Papa
no apelan al recogimiento y a la meditación de los católicos, ni a renunciar a
las pompas de este mundo, buscando, con la reflexión interior, la comunicación
con Dios. Sus discursos no son llamadas a la introspección interna, a la
perfección individual, a cultivar una fe íntima y ascética mediante la lucha
interior, sino a lo contrario: apelan a la cruzada, a la apostólica reconquista.
Son toques a rebato, llamadas al compromiso militante para salir del ámbito
privado y ocupar el espacio público en gobiernos, centros económicos, parlamentos,
instituciones, universidades, medios de información, asociaciones, colegios
profesionales y también en la calle.
Los mensajes del Papa son instrucciones
pastorales -órdenes- para que los creyentes ocupen lugares destacados en la
sociedad y sobre todo en los centros de poder, con el fin de gobernar el mundo
según el dogma católico. Por eso ha formado sus tropas de choque con gente que,
por edad o convicción, no ha conocido o renunciado al ideal ilustrado del
individuo autónomo, plasmado en el lema kantiano -Sapere aude!- de
atreverse a saber, a entender por sí mismo, sin tutelas. Son personas obedientes
a las que la Curia inculca una fe intransigente y con frecuencia fanática -Dios
no se equivoca, afirma el Papa-, de ahí el apoyo del Vaticano a
congregaciones nuevas, pero no más modernas, moralmente más dogmáticas y
políticamente más conservadoras, como los Legionarios de Cristo, Comunión
Neocatecumenal, los Focolares o Comunión y Liberación, además del Opus Dei (un
pilar del pontificado de Juan Pablo II), que, ante la marcha de un mundo
difícil de entender, creen que Sólo de
Dios puede venir el cambio decisivo del mundo.
En manos de los laicos está el hacerles comprender que no debe ser así.
Nueva tribuna, 20 agosto de 2011.
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