En esta fecha del año me siento triplemente monárquico, pues son tres las majestades que, en el breve y laborioso reinado de una noche, suscitan sueños en la gente pequeña y en la grande, que también sueña, y reparten regalos, pero, sobre todo, fantasía.
No
puedo imaginar la jornada sin la llegada de tres misteriosos hombres sabios de
Oriente, montados en dromedarios, seguidos por un cortejo de pajes y animales
cargados de regalos, sobre un fondo de dunas y palmeras.
Respeto
la tradición de otros lugares, que cuentan con otros donantes, como el leñador
vasco, las brujas buenas como la Befana italiana, el Papá Noel francés, el
gordito Santa Claus americano, el san Nicolás de los países nórdicos, pero no
es lo mismo, los Reyes Magos son tres reyes de diferente raza, que proceden de
un exótico reino, no sabemos si del mismo, pues cuesta imaginar tres reyes en
el mismo país, a no ser que se alternen en el trono o que uno tenga contrato
fijo y los otros dos sean eméritos, como ha habido un papa emérito o, incluso,
tres papas pontificando simultáneamente, uno de ellos en España, con residencia
en la costa levantina.
No,
esta tradición no admite interpretaciones y reformas, es así; ya sé que procede
de la ancestral hegemonía del oprobioso heteropatriarcado, pero no me puedo
imaginar la cabalgata con tres reinas o tres empoderadas princesas, rompedoras
o postmodernas, ni tampoco, con estricto tono laico y civil, con tres estirados
presidentes de república o tres adustos y ateos comisarios políticos; no puede
ser, definitivamente no encajan y no serán más verosímiles -si es que hace
falta que lo sean- que estas mágicas majestades.
Así
que tengan ustedes un buen día de Reyes, con sorpresas y regalos, espero que
merecidos por buen comportamiento, y quienes no se han portado del todo bien,
no diré que mal, sino medianamente mal, que reciban la ración de carbón
correspondiente a su descuido, pero carbón negro, como el que antes se vendía
en las carbonerías para encender cocinas, estufas y braseros; carbón de encina
o antracita de Fabero.
¿Y
quién será este Fabero, que produce un carbón tan duro y tan negro? Me preguntaba yo, de pequeño, hasta que supe
que no era una persona sino un pueblo de la provincia de León, con levantiscos
mineros, que proveían de materia prima a sus majestades para sancionar el
comportamiento anual de niñas respondonas y niños mal criados, que se resistían
a hacer los deberes del colegio y a recoger los juguetes tras haber jugado con
ellos.
Pobrecillos, no sabían que
años después una generación de adultos dejaría las bicicletas y los patinetes
de alquiler tirados de cualquier manera y en cualquier parte de la ciudad, por
lo que merecen, no carbón, sino una multa bien gorda y bien negra, que no acaba
de llegar porque el señor alcalde no hace los deberes, razón por la cual los
Reyes Magos, en el mes de mayo, le deberían llenar, no el zapato o el calcetín,
sino las urnas, de votos bien negros.
6 de enero de 2023.
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