miércoles, 23 de marzo de 2022

Libro de Faraldo

 

“Tras la invasión de Crimea en 2014, hubo voces en Rusia que afirmaron que la ciudad rusa de Volgogrado debería cambiar su nombre por el de la gloriosa Stalingrado. En 2019, la encuesta de Levada arrojó datos escalofriantes: hasta un 70% de ciudadanos rusos juzgaba positivamente a Stalin, el dato más alto desde que este centro empezó a preguntar por ello en 2001.

Bajo el presidente Putin se rehízo la mitología de la II Guerra Mundial y se recuperó el himno nacional estalinista (con un texto diferente). Los aniversarios del final de la guerra se celebraban con desfiles militares y recreaciones con espectáculos de artillería pesada. Se utilizó también el recuerdo del conflicto como un arma contra otras naciones: se acusaba a Alemania de tratar de borrar el pasado y a Polonia y los países bálticos de ingratos por no reconocer que Rusia -identificada con la URSS- les había liberado del fascismo. La identidad política antifascista específica formada en tiempos de Breznev siguió siendo esencialmente la base de la memoria histórica rusa.

La situación en Ucrania era un poco diferente. Mientras este país había sido parte de la Unión Soviética, había participado en la misma forma de recuerdos antifascistas de la guerra. Sin embargo, después de 1991 se había producido un cambio radical en la política oficial hacia la guerra…”   

José M. Faraldo: El nacionalismo moderno ruso, Báltica Ed., 2020, p. 102. 



 

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