martes, 8 de marzo de 2022

Defender a Ucrania (1)

 ¿David amenaza a Goliat?

La decisión del presidente Putin de invadir militarmente Ucrania es un hecho extraordinario, que ha desplazado la atención mundial de otros conflictos, pues Rusia es el estado -o la dictadura- más grande del planeta y la segunda potencia en capacidad militar convencional y nuclear.

Dado el trato amistoso que recibe de políticos populistas de derecha y extrema derecha, el motivo aducido por el nuevo zar para justificar la ocupación de Ucrania no deja de ser pintoresco: evitar el genocidio de la población rusófona, decretado por un gobierno de nazis y drogadictos.

La unilateral resolución de Putin ha obligado a definirse a los gobiernos y los partidos políticos de los demás países, a responsables económicos y sociales y a ciudadanos en general. Y también a los partidos políticos que se consideran de izquierda, algunos de los cuales, al menos en España, han dado muestras de incomodidad al tener que explicar su posición.

No es fácil emitir un dictamen ante el hecho consumado de asistir a la invasión de un país por tropas de su vecino, en una región de Europa que es una encrucijada de etnias, religiones y culturas y escenario de viejos y recientes conflictos, agitado además por las tensiones de un proceso de reordenación del mundo, que no tiene visos de acabar a corto plazo.

El orden bipolar de la guerra fría, acordado, sobre todo, entre dos grandes actores -Estados Unidos y la URSS- se está deshaciendo desde hace años, pero no se atisba un nuevo orden que lo reemplace, más cuando han surgido nuevos y poderosos actores, que pugnan por hallar una situación ventajosa en el futuro orden, donde, desde el punto de vista político, se enfrentan regímenes formalmente democráticos con regímenes populistas o claramente dictatoriales, y el de Putin es uno de ellos o, mejor dicho, el caudillo de todos ellos.

En este contexto, en que caben análisis muy distintos de la realidad y en el que prevalece la tensión bipolar de la guerra fría -Estados Unidos/Rusia-, que suele ser dominante en la izquierda, no es fácil determinar cuál es la cuestión más importante y la que requiere, en consonancia, la adopción de medidas más urgentes. Sin embargo, hay hechos -no opiniones ni intenciones- que pueden ayudar a situarse.

Ucrania no es una amenaza para Rusia; David no amenaza a Goliat. Ucrania no pertenece a una alianza militar occidental como la OTAN ni a la Unión Europea, aunque mantiene con ella intercambios comerciales. Rusia pertenece a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, una alianza militar con Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, que reemplaza al extinto Pacto de Varsovia.

Ucrania no ha ocupado zonas de Rusia, sino al revés; desde 2014 Rusia ha ocupado Crimea, Lugansk y Donets, ya convertidas en repúblicas populares, y antes ejerció su influencia en Ucrania a través del gobierno de Yanukovich, obligado a dimitir tras los sucesos de Maidán, en 2013, después de tres meses de movilización social que tuvo como coste 125 muertos, 65 desparecidos, más de 1.200 heridos y cientos de detenidos.  

El gobierno de Ucrania no ha ido acumulando tropas en la frontera con Rusia con intención de ocupar el país después. El ejército de Ucrania no ha entrado en Rusia, destruyendo lo que encuentra a su paso, y provocando la huida de miles de personas en dirección a la Unión Europea, ni ha amenazado a países como Suecia y Finlandia, ni al resto del mundo con el hipotético recurso a las armas nucleares.

En consecuencia, lo que parece razonable es apoyar políticamente a Ucrania, el país agredido, y enviar toda la ayuda humanitaria posible para atender a los desplazados y a la población civil residente, y, además de las medidas de tipo financiero, económico, comercial, deportivo o cultural contra Rusia, hacer llegar ayuda militar para reforzar la defensa nacional y tratar de impedir, o al menos dificultar, el avance de las tropas rusas y la consiguiente destrucción del país. Como deber solidario y como táctica política, lo inmediato es ayudar a David a defenderse del ataque de Goliat.

 José M. Roca, 3/3/2022

Publicado en El Obrero y Trasversales

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