¿David amenaza a Goliat?
La decisión del presidente Putin de invadir
militarmente Ucrania es un hecho extraordinario, que ha desplazado la atención
mundial de otros conflictos, pues Rusia es el estado -o la dictadura- más
grande del planeta y la segunda potencia en capacidad militar convencional y
nuclear.
Dado el trato amistoso que recibe de políticos
populistas de derecha y extrema derecha, el motivo aducido por el nuevo zar para
justificar la ocupación de Ucrania no deja de ser pintoresco: evitar el genocidio
de la población rusófona, decretado por un gobierno de nazis y drogadictos.
La unilateral resolución de Putin ha obligado
a definirse a los gobiernos y los partidos políticos de los demás países, a responsables
económicos y sociales y a ciudadanos en general. Y también a los partidos
políticos que se consideran de izquierda, algunos de los cuales, al menos en
España, han dado muestras de incomodidad al tener que explicar su posición.
No es fácil emitir un dictamen ante el
hecho consumado de asistir a la invasión de un país por tropas de su vecino, en
una región de Europa que es una encrucijada de etnias, religiones y culturas y escenario
de viejos y recientes conflictos, agitado además por las tensiones de un
proceso de reordenación del mundo, que no tiene visos de acabar a corto plazo.
El orden bipolar de la guerra fría, acordado,
sobre todo, entre dos grandes actores -Estados Unidos y la URSS- se está deshaciendo
desde hace años, pero no se atisba un nuevo orden que lo reemplace, más cuando
han surgido nuevos y poderosos actores, que pugnan por hallar una situación
ventajosa en el futuro orden, donde, desde el punto de vista político, se
enfrentan regímenes formalmente democráticos con regímenes populistas o
claramente dictatoriales, y el de Putin es uno de ellos o, mejor dicho, el
caudillo de todos ellos.
En este contexto, en que caben análisis muy
distintos de la realidad y en el que prevalece la tensión bipolar de la guerra
fría -Estados Unidos/Rusia-, que suele ser dominante en la izquierda, no es
fácil determinar cuál es la cuestión más importante y la que requiere, en
consonancia, la adopción de medidas más urgentes. Sin embargo, hay hechos -no
opiniones ni intenciones- que pueden ayudar a situarse.
Ucrania no es una amenaza para Rusia;
David no amenaza a Goliat. Ucrania no pertenece a una alianza militar occidental
como la OTAN ni a la Unión Europea, aunque mantiene con ella intercambios comerciales.
Rusia pertenece a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, una alianza
militar con Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, que
reemplaza al extinto Pacto de Varsovia.
Ucrania no ha ocupado zonas de Rusia,
sino al revés; desde 2014 Rusia ha ocupado Crimea, Lugansk y Donets, ya convertidas
en repúblicas populares, y antes ejerció su influencia en Ucrania a través del
gobierno de Yanukovich, obligado a dimitir tras los sucesos de Maidán, en 2013,
después de tres meses de movilización social que tuvo como coste 125 muertos,
65 desparecidos, más de 1.200 heridos y cientos de detenidos.
El gobierno de Ucrania no ha ido acumulando
tropas en la frontera con Rusia con intención de ocupar el país después. El
ejército de Ucrania no ha entrado en Rusia, destruyendo lo que encuentra a su
paso, y provocando la huida de miles de personas en dirección a la Unión Europea,
ni ha amenazado a países como Suecia y Finlandia, ni al resto del mundo con el
hipotético recurso a las armas nucleares.
En consecuencia, lo que parece razonable
es apoyar políticamente a Ucrania, el país agredido, y enviar toda la ayuda
humanitaria posible para atender a los desplazados y a la población civil
residente, y, además de las medidas de tipo financiero, económico, comercial, deportivo
o cultural contra Rusia, hacer llegar ayuda militar para reforzar la defensa
nacional y tratar de impedir, o al menos dificultar, el avance de las tropas
rusas y la consiguiente destrucción del país. Como deber solidario y como táctica
política, lo inmediato es ayudar a David a defenderse del ataque de Goliat.
Publicado en El Obrero y Trasversales
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