martes, 8 de marzo de 2022

Gracias, colegas (respuesta en Face book):

Gracias por la acogida que habéis dado al texto “Defender a Ucrania 1” y por las sugerencias, aportaciones y críticas recibidas sobre él. Sin embargo, debo advertir que sólo es el primer artículo de una serie y que, por tanto, no todo lo que pienso está contenido ahí. Así que solicito un poco paciencia y añado lo que se podrían llamar precisiones metodológicas, que no tienen por qué ser aceptadas, pero que expresan mi posición de partida. 

La primera es ceñirme al conflicto, teniendo en cuenta el contexto general, claro, pero sin diluir en él la cuestión principal: la invasión de Ucrania por tropas rusas, ni perder de vista a sus actores.

La segunda es señalar la disparidad de estos actores. Rusia, el país más extenso del mundo 17.125.000 km2 y 145 millones de habitantes, frente a Ucrania 603.600 km2 y 45 millones habitantes, sin entrar en consideraciones sobre su historia, su desarrollo industrial, su potencia económica, su capacidad defensiva o las riquezas naturales del suelo y el subsuelo, que, claro que tienen que ver, pero sin olvidar el punto de partida de estas reflexiones, que es el problema de hoy, de ahora.

La tercera es señalar la importancia de este conflicto respecto a otros choques armados, que algunos me habéis apuntado, recordando situaciones injustas, agravios, agresiones, invasiones, golpes de estado, etc, etc en conflictos y actores de distinta entidad, preferentemente con intervención norteamericana, pero en este caso el actor principal es el país más grande del mundo, la dictadura -creo que lo es- más grande del mundo, y la segunda potencia en armamento convencional y nuclear. Subrayo el rasgo del tamaño y la potencia, porque para mí es definitorio, como en su momento lo fue, por ejemplo, la desproporción entre Estados Unidos y el Vietnam agredido.

La cuarta, y relacionada con lo último -Estados Unidos y Vietnam-, que no considero pertinente porque contribuye a confundir el problema, es la obligada jaculatoria de criticar negativamente a Rusia y simultáneamente hacer lo propio con Estado Unidos, para tratar de compensar el presunto desliz de criticar a Rusia. Por lo cual, si el problema es la invasión de Ucrania por tropas rusas, voy a dejar al margen, el napalm en Vietnam, la Bahía de Cochinos en Cuba, la Contra en Nicaragua o la invasión de Iraq, porque desvían la atención del tema principal. Y lo hago con el convencimiento de que, en las manifestaciones contra la invasión de Iraq en 2003, era oportuno que las alusiones a Rusia y a su trayectoria imperial quedaran al margen

Creo que tengo clara mi posición sobre Estados Unidos, y como la tengo dicha y escrita, me faltan ganas para volver a repetirla.

Quien la quiera conocer, puede consultar dos libros: “Nación negra. Poder Negro” (2008) y “La reacción conservadora. Los neocons y el capitalismo salvaje” (2009), y los siguientes artículos: “Reagan: el gran comunicador”, “Estados Unidos: vigorosa involución”, “Afganistán: de la información a la propaganda”, “Afganistán: talibanes y dólares”, en “Iniciativa Socialista”; “Iraq: cinco años de guerra”, “El 68 en Estados Unidos”, “Bye, bye Bush”, “Obama”, “Montgomery: la chispa que incendió la pradera”, “Trump: Dios castiga a América”, “América, sola y partida”, “Cine, poder blando y guerra fría” en la revista “Trasversales”; “Codicia sin freno”, “Empezar a volver”, “El fardo económico de Bush”, “Los misterioso papeles de Guantánamo” y “Quiebras” en el diario digital “Nueva tribuna”; “Dios y el destino americano”, “El imperio del mal”, “La permanente revolución conservadora” y “Arrepentidos: los primeros neocons” en la revista “El viejo topo”; El negro corazón de Wall Street” y “La reacción conservadora, el persistente legado de Ronald Reagan” en la revista “Tiempos salvajes”; “Think tanks” en la revista “Fusión” y algunos más, que no recuerdo dónde y cuándo se publicaron. Pero leyendo lo indicado, quedará clara mi postura.

4 de marzo, 2022

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