viernes, 17 de abril de 2020

Picavea. España inespañola


Después, cuando sucedieron, los chicos a los grandes Carlos y Felipes, vino, por extinción interna de la vida y por horrible desgaste exterior, el agotamiento, la degradación, la ruina total, la vuelta a la barbarie… ¡La España de Carlos II el mísero! En dos siglos, merced a la invasión progresiva de la ola mortal, de dentro afuera, la gran nación meridional de Occidente, maestra de Europa, concluyó inerte e inerme, convertida en el pingajo de El Hechizado, ludibrio de Europa.
Un genio embalsamó aquel cadáver, y le conservó para la eternidad, en pirámide de arte incomparable, puesto en espectáculo a la admiración, lástima, risa y pasmo de las gentes. Era don Quijote, que hace reír al mundo (y a mi llorar lágrimas de sangre), seco el cerebro, ida la mollera, la piel sobre los huesos, las tripas en hábito de vacío, el corazón grande y generoso, y aquella generosidad y grandes al servicio perpetuo de acciones imposibles o de trampantojos que no le importan, disparatada lucha, de la que sale, a la fuerza, lastimeramente malrotado y en ridículo, transhumando su tragicomedia a caballo sobre la imagen del hambre, compañero de imbécil malicioso, en medio de un mundo rufianesco, encanallado y frailuno, y a través de los campos largos, vacíos, interminables de la miseria. ¡Imagen asombrosa de la España inespañola y germanizada!   

Ricardo Macías Picavea (1899): El problema nacional (hechos, causas y remedios), Madrid, Seminarios y Ediciones, 1972, pp. 128-129.


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