Sí,
pasaba por aquí. Aute pasaba por aquí -“siempre de paso, de paso”-, como
pasamos todos…por aquí, por este mundo, y siempre camino del otro, sea cual sea
la duración del viaje. “¡Ay de ti! ¡Ay de mí! Ni tú ni yo somos culpables…”,
simplemente pasamos.
Pero
Aute pasaba por aquí cantando, componiendo, pintando, esculpiendo, porque era
un artista; más que eso, era varios artistas en un solo cuerpo. Polifacético o quizá
renacentista, inquieto, inconformista; interesante, original y musicalmente
raro en temas y armonías, pero muy personal, inconfundible. Aunque llegó a la
música antes como compositor que como intérprete, ya que se consideraba más
pintor o cineasta que cantante -“Más cine, por favor, que todo en la vida es cine
y los sueños cine son”-, hasta que tras varios empujones se decidió a
interpretar sus propias composiciones. Y ganamos todos.
Sus
primeras canciones -Aleluya, Rosas en el mar-, de inspiración más bien
surrealista, eran “durillas” de escuchar, pero no dejaban a nadie
indiferente. Tenían un toque intelectual
y a la vez satírico, con el sello de los años en que fueron compuestas; testigos
de la España y del mundo de los sesenta.
Aleluya
era una monótona letanía plagada de paradojas -“una nube desgarrada, una sangre
derramada; un reloj con treinta horas, el cartel de no funciona… unas flores en
mi tumba, siempre nunca, nunca, nunca. Estas son las cosas que me hacen olvidar
este mundo absurdo, que no sabe a dónde va”-. La presentó él mismo.
“Rosas
en el mar” fue un gran éxito de Massiel. También era una canción rara, pero no
dejaba indiferente con la voz grave de la cantante madrileña, que parecía estar
ajustando cuentas con el Poder o convocado a la huelga general -“La libertad,
la libertad, derecho de la humanidad… La soledad quiero buscar para poder morir
en paz; es más fácil encontrar rosas en el mar”-.
Aute
decía cosas interesantes cantando desde el surrealismo o inspirado por el
existencialismo de la vida, de lo cotidiano: los amores, los desengaños, los
amigos, las traiciones -“Por más que nos pille el estúpido de tu marido”-, de lo
efímero de la vida -“un ejercicio de gozo y dolor”-, los recuerdos, los buenos
y malos momentos, la fantasía -“Seamos, al fin, Salomón y la Reina de Saba”-.
A
veces sobrecogía. Y con “Al alba”, compuesta en recuerdo
de las cinco ejecuciones de septiembre de 1975, con que se despidió la
dictadura, y cantada por Rosa León, se superó.
El
pasado 4 de abril, Aute, que había sufrido hace unos años un infarto de
miocardio, empezó su “noche más larga”, o, como buen cineasta, se entregó al “sueño
eterno”.
Como despedida, podríamos utilizar la frase que sirve de título a un relato de Eugene Manlove, llevado
al cine en una meritoria película de la serie B -“Cuatro caras de Oeste”
(Alfred Green, 1948)-. La frase, grabada en castellano en una roca, dice: “Pasó
por aquí”.
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