sábado, 14 de diciembre de 2019

Huelgas en Barcelona, 1958


Recuerde el alma dormida…

“Pero si la huelga de Euskalduna de 1947 fue la huelga de los vascos, esta de 1958 va a ser la de los catalanes (…) el 25 de marzo estalla con tal violencia que no podrá ser sofocada hasta el 9 de abril pese a tener al frente de la provincia a Felipe Acedo Colunga, que en 1947 se distinguió por su brutalidad con los estudiantes y en 1958 lo hará nuevamente por sus alocuciones salvajes y órdenes represivas a la fuerza pública.
Para empezar, el mismo día 25 ordena cerrar cinco grandes empresas que han empezado de forma parcial o total el movimiento huelguístico. Un par de horas más tarde ordena cerrar otras dos. Pero no arredra a nadie. A diferencia de Vizcaya, en Cataluña se han repartido abundantes octavillas y folletos incitando a los trabajadores a la huelga. Hay algunos disturbios y varios tranvías quedan panza arriba en medio de la calle.
Para el día 27 hay más de 30.000 parados. SEAT y ENASA cierran igualmente a pesar de ser empresas paraestatales (del INI) y después, lo hace la Maquinaria Terrestre y Marítima. El mismo día 5000 trabajadores dejan el puesto en Tolosa y mil más en Andoaín. Luego en Altos Hornos se suman a las demandas de subida de salarios.  
Se agrava la situación en Barcelona, pues se suma al paro la industria textil. En ese momento hay 50.000 huelguistas en Cataluña. 
La Delegación de Trabajo prohíbe que las empresas modifiquen los salarios de los trabajadores sin autorización oficial. Hay 300 detenidos y el gobernador civil de Barcelona devuelve trenes cargados de andaluces, gallegos y extremeños a sus lugares de origen; la sangría del campo miserable se orienta hacia el Norte y Madrid, a donde llegan esas reatas de desesperados.
¿No significa nada esto tampoco? Para preferir la ciudad nueva, el oficio ignorado, el miedo a lo desconocido, el futuro incógnito, sobre la tierra propia, ¿no es preciso cierto grado de desesperación individual y nacional?”

Luis Ramírez: “Nuestros primeros veinticinco años”, París Ruedo Ibérico, 1964, pp. 92-93.

¡Ay! Qué poco saben esos mozalbetes que juegan a creer que se enfrentan a una dictadura…

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