domingo, 21 de abril de 2019

Ser de izquierda


¿Qué es ser de izquierda, hoy? La respuesta es sencilla.
Situarse en la izquierda del espectro político, considerarse una persona “de” izquierdas o de izquierda, en singular, es una manera de colocarse en el mundo y ante el mundo; una manera de ver el mundo, de percibir y explicar el mundo; una forma de emplazarse en la sociedad y ante la sociedad; ante una sociedad determinada y en un tiempo, igualmente, determinado, intentando ser coetáneos del presente.
Ser de izquierda, considerarse de izquierda es ubicarse en una época y ante una época, aceptar sus circunstancias y condiciones y hacer frente a sus desafíos.

Ser de izquierdas es una manera de ser y de estar en el mundo, dada por una ética exigente y difícil de seguir -que ojalá fuera universal-, que obliga a tener conciencia de la responsabilidad contraída con los otros, tanto en el ámbito privado (pareja, hijos, familia, amigos, vecinos, profesión, trabajo, negocios), como en el ámbito de lo público y compartido, respecto a los bienes que son comunes, sobre todo, cuando se asumen cargos institucionales.

Ser de izquierda implica tener una mirada crítica respecto al mundo recibido y asumir el compromiso de reformarlo para hacerlo mejor. Es decir, no permanecer inerte ante la deriva del mundo: ser de izquierda supone ser activo y aceptar el compromiso de cambiar el mundo, la sociedad, el entorno inmediato, el propio país, para dejarlo, a las generaciones venideras, en mejor estado del que lo recibieron las generaciones presentes.

Este compromiso, además de ético y generacional, es democrático, pues supone una posición y una acción a favor de la mayoría, en particular, de las clases subalternas, las clases trabajadoras, las personas peor dotadas por la naturaleza o peor tratadas por la economía; y de la creciente mayoría de marginados, despojados y empobrecidos, generada por la globalización, por las crisis financieras y por las medidas de austeridad selectiva, dirigidas hacia abajo de la escala de rentas y habilitadas, en teoría, para salir de la crisis, pero que, en la práctica, han servido para redondear el expolio iniciado antes y establecer una situación, difícil de revertir, que asegure una etapa prolongada de crecimiento y acumulación de capital que transfiera, con la menor resistencia posible de los perjudicados, riqueza desde las rentas bajas hacia las altas.  

Hoy, ante las cercanas elecciones, ser de izquierda supone, al menos en el terreno de los principios, intentar revertir estas perversas tendencias y apoyar programas políticos encaminados a corregir las asimetrías que padecemos, es decir: igualar derechos, equilibrar rentas, repartir cargas y beneficios en desigual proporción -quien obtiene más beneficio, debe asumir más cargas-, preservar bienes y servicios públicos, ofrecer oportunidades, garantizar la protección de las personas y grupos sociales más débiles y fundar instituciones que aseguren la continuidad de las medidas solidarias.
Dicho sea sin ánimo de molestar.


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