La gran conquista del
siglo XXI será el derecho a morir dignamente y a voluntad.
La mala muerte puede
quitar todo el sentido positivo a una vida feliz; la muerte, la despedida de la
vida, debe ser buena para todo el mundo: para los que han sido felices, como
conclusión también feliz; para los que no lo han sido, como compensación
postrera.
Saber que la muerte no será un calvario de lenta decrepitud y
sufrimiento sin fecha definida para uno mismo, y una carga para los demás,
puede ofrecer un sentido distinto a la vida y asegurar, que. al menos, ese
momento decisivo dependerá de nuestra voluntad y de nuestra libertad; condicionada, pero todavía libertad.
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