viernes, 19 de abril de 2019

Carlismo y salchichón


Con la cercanía del día 28 se recrudece en Cataluña el otro “procés”, que, curiosamente, se aleja de un elemento sustancial de lo que los nacionalistas presentan como rasgo típico de la identidad catalana -el seny (la sensatez, la cordura)- y los independentistas como un rasgo tópico de su estrategia -la revolución de las sonrisas-, para acercarse al gesto crispado y a la mueca abertzale.
El camino hacia la unilateral independencia de Cataluña hace tiempo que se puso en marcha con ideas y actitudes prestadas por el nacionalismo vasco, con ello el “procés” se travestía de elementos importados y pervertía, de forma inadvertida, supongo, su proyecto identitario, celosamente definido, para ir adoptando los rasgos de otro, con un perfil no menos excluyente.
Uno de estos elementos ha sido la progresiva batasunización de la calle, impulsada por las organizaciones paragubernamentales y en particular por los grupos de jóvenes radicales de los CDR, que tanto se parecen a Jarrai en sus buenos tiempos, cuando impedía, con ayuda de sus encapuchados hermanos mayores, que los partidos no nacionalistas pudieran hacer campaña electoral en determinadas localidades del País Vasco.  
Desde hace años, una de las tácticas del nacionalismo catalán ha sido acotar determinadas “zonas liberadas” de ideas, personas y partidos no nacionalistas, mediante todo tipo de presiones, contando, claro está, con el telón de fondo de la ideología catalanista dominante, inculcada por el aparato escolar y académico, por la persistente acción de la Generalitat en favor de las excluyentes tesis del nacionalismo y la “espiral de silencio” establecida por el aparato de propaganda, formado por medios de información públicos y privados afines y por medios, en teoría, independientes pero subvencionados, que han ofrecido la cobertura informativa y la justificación política y moral a las actividades de estos grupos.
El último de estos actos de acoso y exclusión ha sido el recibimiento, con insultos y amenazas, a Inés Arrimadas en Vic, territorio de fuerte tradición carlista y, por tanto, intolerante con cualquier opinión no concordante con el estrecho repertorio de ideas tenido como propio.
Carlismo y salchichón, la cosa no da para más.     

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