Nadie
pudo decir que aquella era su Constitución total y absolutamente. Y este es,
posiblemente, uno de los mayores éxitos del texto constitucional: todos
tuvieron que renunciar a algo importante para conseguir lo más importante de
todo, una Constitución de responsabilidad y consenso.
El
consenso tuvo en aquellos momentos iniciales mala prensa. La gente no lo
entendía o lo confundía con un pasteleo más o menos clásico. Pero yo creo que
fue una aportación decisiva a nuestra trayectoria política colectiva.
Para
los comunistas la razón fundamental del consenso era doble: por un lado, las
enseñanzas de nuestra historia política y constitucional; por otro, las
condiciones en que se estaba desarrollando la transición de la dictadura a la
democracia…
El
Estado español que llegaba hasta nosotros tras la muerte de Franco era un
Estado centralista a ultranza, cuyos aparatos e instituciones fundamentales se
habían forjado bajo la hegemonía de la derecha más cerrada. En realidad, el
Estado español contemporáneo se había forjado bajo las Constituciones
conservadoras de 1845 y 1876. Todos los intentos de democratizar y de ampliar
las libertades habían sido breves y habían terminado de manera violenta con
intervenciones militares, sin tener la posibilidad de democratizar los aparatos
del Estado y de consolidar un sistema moderno de partidos políticos.
Pero
junto a las enseñanzas de nuestra historia estaban las condiciones en que se
llevaba a cabo la transición de la dictadura a la democracia. En 1977, al
iniciarse el período constituyente, habían desaparecido algunos aspectos
significativos del franquismo, como las Cortes orgánicas, el sindicato
vertical, el Movimiento Nacional y el propio general Franco como centro
aglutinador de los sectores que dirigían aquel Estado. Pero la mayoría de los
principales aparatos del Estado pasaban a la democracia prácticamente intactos
y con niveles muy desiguales de aceptar la nueva situación. Me refiero al
Ejército, a la Administración, al aparato judicial, a las fuerzas de seguridad
y, desde luego, a los poderes autonómicos (sic) públicos y privados.
J. Solé Tura: “Los comunistas en el
proceso constituyente”, en Historia de la
Transición (II), fascículo 36, Diario 16, Madrid, 1984.
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