Reflexiones
de un borrico.
A veces tengo la penosa sensación de que, como
país, políticamente caminamos pero no avanzamos; andamos pero no nos movemos, como
si, por una fuerza ajena, cruel y poderosa, estuviéramos uncidos a una noria,
dando vueltas y más vueltas pero sin movernos de sitio, padeciendo un destino similar
al de un pobre borrico, que saca agua para otros y camina y camina sin dirigirse
a parte alguna.
No sacamos agua, qué más quisiéramos, sacamos
temas, problemas y los debatimos una y otra vez, pero ni los resolvemos ni los enterramos ni los
dejamos atrás, sino que una vez, tras otra, como cangilones de la noria nacional, vuelven a la palestra política
reclamando atención.
Por la presión de los partidos nacionalistas, uno
de estos temas recurrentes, que no ha dejado de estar presente en la agenda
política desde la Transición (ya lo estaba antes, pero de otra manera), es el de
la unidad de España, la unidad o la vinculación de sus regiones (o naciones
dicen algunos), porque preguntas como ¿Qué es Cataluña? ¿Qué debe ser Cataluña?
remiten a la cuestión de qué es España: ¿Es una nación o sólo un Estado? ¿Es
una nación o varias naciones? En todo caso, ¿cuántas naciones? ¿Cuáles naciones?
Esta vieja pregunta se planteó en la Transición,
y los partidos de la izquierda, primero casi todos, y después los de la
izquierda radical dieron respuestas tan diversas que, realmente, la pregunta
quedó sin contestar, y el problema quedó políticamente resuelto con el
desarrollo del Estado de las autonomías.
El resumen de tales posiciones fue, en aquellos
días, el siguiente: España no existe, lo que existe es el Estado español; la
nación española es una ficción, lo que existe son varias naciones en el
territorio peninsular e insular. Pero a la hora de determinar cuántas y cuáles
eran tales naciones no había acuerdo.
Tres naciones se admitían por todos como
seguras -Cataluña, Euskadi y Galicia- a las que en algunos casos se añadía
Castilla, que era la nación hegemónica y opresora de las otras, y el resto
era España o el Estado español. En otros casos se admitía también Canarias, que para algunos grupos
era claramente una colonia africana similar al Sahara español o a Ceuta y Melilla. Otras naciones probables eran Navarra, Andalucía,
el País Valenciano y las Baleares.
En aquellas circunstancias, ningún partido negó
la posibilidad de que pudieran surgir más naciones, si así lo decidían los
habitantes de ciertas regiones. Ninguno de ellos previó que pudiera haber 17
naciones, tantas como comunidades autónomas hubo luego.
El Estado español era, por tanto, un Estado
plurinacional, cuyas naciones eran oprimidas por un centralismo al que no le
faltaron calificativos, entre ellos el de fascista o monárquico; era el resto del imperio,
que debía seguir el mismo camino que los demás componentes del antiguo imperio
español y descolonizarse del todo. Lo que quedase de España importaba poco, dada
la extendida aversión de la izquierda a términos como patria y España, de los que
había abusado tanto la propaganda de la dictadura.
Abandonada por la izquierda, la unidad de España sería asumida, en su versión más autoritaria y centralista, por Alianza Popular y luego Partido Popular, como uno de
los principios más firmes de su programa, con lo cual la izquierda más radical, apostando por la independencia de los hipotéticos fragmentos, regalaba el país entero, e incluso el nombre, a la gestión de la derecha.
Cuarenta años después, se vuelven a plantear
las mismas preguntas y volvemos a obtener similares respuestas: España es una nación
indivisible, defienden en el partido de Rivera; idea compartida por el Partido
Popular, pero con una noción del país más autoritaria, clerical, centralista y
uniforme; “España es un Estado plurinacional”, afirma Pedro Sánchez, con una
visión que no es compartida por todo su partido; “España es una nación de
naciones”, riza el rizo Pablo Iglesias sin convencer a todos los suyos. En cualquier
caso, ¿cuántas y cuáles naciones?
A lo mejor, ahora, con más y mejor información
que antes, entre todos ofrecen una respuesta más precisa y paramos la noria.
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