jueves, 22 de junio de 2017
El tío Julio
El tío Julio murió ayer. Descanse en paz.
Era tío de mi mujer, yo le había tratado poco.
Era un hombre alto y fuerte, grandón, aquejado de mal de Parkinson, cuya vida, física y espiritualmente, soportaban, sobre todo, su mujer, Laura, menudita y de poco peso, que apenas le podía sostener, y su hija.
Él era consciente de su situación y no le gustaba. Hace unos meses intentó irse al otro mundo con un atracón de pastillas, pero un rápido lavado de estómago salvó la situación. Ayer se tiró por la ventana y no tuvo salvación.
Mientras, su hermano, mi suegro, agoniza muy lentamente y las raras ocasiones en que recupera la consciencia dice que se quiere morir.
Dispensen este desahogo, pero estoy seguro de que el gran derecho a conquistar en este siglo será el de morir digna y voluntariamente, arrebatando el último deseo, que es acabar con la propia existencia cuando la vida no merece vivirse, a los administradores de la ignorancia y la superstición, que se han arrogado, desde hace siglos, el papel de ejercer de propietarios de las vidas ajenas además de las propias.
Colgado en Facebook, el 19 de junio.
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