martes, 30 de mayo de 2017

¿Qué es una línea política?


El otro día, rebuscando entre papeles, di con un ejemplar de la Línea Política de Octubre. Lo leí, releí, y saqué unos datos que me hacían falta sobre las clases sociales de aquellos años. 
Ya la había ojeado cuando preparaba la ponencia para el congreso “Las otras protagonistas de la Transición” (ahora estoy metido con una especie de continuación de ese texto), pero esta vez me entretuve más y según leía se me ocurrió la idea de publicarla, no como solución a problemas de ahora, sino como un ejemplo pedagógico de lo que se puede hacer para conocer la realidad y luego poder transformar la sociedad.
Viendo la desorientación política de las clases subalternas ante una agresión brutal a sus condiciones de vida y trabajo y viendo los jiribeques que hacen unos y otros partidos para colocarse en las instituciones y simular que hacen algo en su favor, pensé que en la Línea Política podía haber un modelo muy pedagógico útil para animar a alguien, seguramente pocos, a hacer algo serio para conocer la sociedad española en los parámetros actuales y animarse a cambiarla.  
La larga irrelevancia y agonía final de IU, la profunda crisis del PSOE y la futilidad y la inconsistencia de Podemos me llevan a pensar que algo tiene que ver todo ello con el desconocimiento de la sociedad española de hoy día por parte de estos partidos, salvo lo que digan las encuestas, los sondeos de opinión y los medios de información de masas, que suelen ser su principal cuando no su única referencia. De ahí que considere que el contenido de esas “viejas páginas” puede ser de utilidad como aviso de lo que no se hace y referencia de lo que se debe y puede hacer. No pienso que los resultados de los análisis de entonces tengan gran utilidad para hacer frente a las necesidades políticas de hoy, tan grandes son los cambios habidos, pero me parecen valiosos como análisis, como forma de acercarse y acotar la realidad, desde los aspectos más generales -Las bases teóricas- hasta los aspectos más concretos de la táctica, los programas de lucha y las campañas de resistencia a las diversas formas de la ofensiva burguesa.
La Línea presenta una gradación que va desde lo más general y alejado de la práctica inmediata hasta lo más concreto del activismo, que son las consignas, y desde la situación nacional al análisis internacional, y ofrece, además, una visión sintética de los grandes problemas económicos y políticos de aquellos años. Ofrece una visión del país (una especie de radiografía), del mundo y una posición ética y política ante él. Orienta, guía. Leyéndola, el lector obtiene, en forma resumida, una idea de cuál era la situación política de España en aquel momento, cuáles eran los grandes problemas, los grandes retos, y cuáles eran las principales fuerzas actuantes.
Me parece que a día de hoy faltan en los discursos políticos alusiones a las clases sociales y a su relación con los partidos políticos, a la correlación de fuerzas. Y nadie se formula estas preguntas: ¿cómo es la sociedad española? ¿Qué fuerzas sociales actúan en ella y cómo la determinan? ¿Quién manda y cómo manda? ¿Es realmente democrático este régimen político? ¿Cómo es el Estado y a quién sirve? ¿A quién representan los partidos políticos? ¿Cómo es posible cambiar las cosas? ¿Con quién contar para cambiarlas? Y otras muchas del mismo estilo, que son previas, creo yo, a cualquier intento de querer cambiar el estado actual de las cosas.
De ahí vendrían otras preguntas, como ¿qué es una línea política? ¿Para qué sirve? ¿Es necesario un instrumento político como un partido para actuar sobre la sociedad? ¿Qué instrumento, qué partido? ¿Qué es la estrategia? ¿Qué es la táctica? ¿Qué es la línea de masas? Es decir, instrumentos políticos necesarios que han quedado arrumbados como viejos cachivaches sin utilidad al ser asociados al leninismo, a los partidos comunistas y a conceptos como revolución, proletariado, burguesía, clases sociales, etc, etc, que han sido desterrados del lenguaje académico, del periodístico y también del político.
Estoy pensando en una edición de La línea con una amplia y pedagógica introducción) con un gran aparato de notas y con los apéndices necesarios para publicar una obra no sólo inteligible sino atrayente e instructiva, y a ser posible, agradable de ver y leer (también un producto atractivo en el mercado editorial).
Con ello no estoy proponiendo una nueva biblia que salve a ningún político de su indigencia intelectual (aunque tampoco vendría mal) ni que sirva de palanca para mover el mundo, ni siquiera un barrio de Madrid, sino algo tan modesto como para ilustrar a unos pocos lectores interesados y tan valioso como para evitar que desaparezca en el fárrago de los papeles de un archivo, que, salvo algún inglés un poco loco, nadie va a consultar.  
Ya me dirás (mensaje por correo electrónico a Manolo Herranz).

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