Good morning, Spain, que es different
El
President de la Generalitat se ha desplazado a actuar a Madrid, o dicho con el léxico
del teatro a hacer un “bolo” en la capital, con el fausto motivo de presentar al
público asistente las últimas novedades del plan de “desconexión” de Cataluña
respecto a España.
No lo
ha hecho en el Congreso, aceptando la invitación, con la boca pequeña, bien es
verdad, que le han hecho el Presidente y la vicepresidenta del Gobierno, sino
en una sala alquilada al Ayuntamiento capitalino. En eso ha seguido el (mal) ejemplo
de su mentor, el “astut” Artur Mas, que también declinó en su día presentar su
plan secesionista donde corresponde, que es el Congreso, donde está representada
la soberanía nacional, incluyendo la suya, hasta, por lo menos, nueva orden.
Puigdemont
no ha viajado hasta Madrid para discutir, sino para hacerse escuchar sin debatir
y para dictar un ultimátum al Gobierno, envuelto en una aparente oferta de
negociación sobre la celebración de un referéndum de autodeterminación, que eso
es lo que esconde el “derecho a decidir”, con que los nacionalistas vascos, que
son los inventores del sofisma, nos estuvieron mareando una temporada en
tiempos del célebre lendakari Ibarretxe.
Pero con
todo el plan de separación pergeñado y ultimada la llamada Ley de
Transitoriedad Jurídica de la Generalitat, elaborada de prisa y corriendo y en
secreto, con las condiciones del refrendo establecidas, y, por cierto, muy poco
democráticas, ya que hasta la prensa quedará bajo la vigilancia de los
independentistas, y con las urnas ya compradas, poco se puede negociar.
En un
referéndum que se parece tanto a los que le gustaban a Franco, ese general del
que los jóvenes (y jóvenas) de la CUP han oído hablar a sus padres y abuelos, y
que tantos apoyos recibió en Cataluña (lean, lean “La vanguardia”, el “Noticiero
universal” o “El correo catalán” de aquellos años), ¿qué se puede negociar con
el Gobierno central?, cuando hasta la citada Ley tiene ya prevista la pregunta
que han de contestar los ciudadanos: ¿el día? ¿festivo o laborable? ¿Las horas que ha de durar de la
jornada electoral?
No son
las ganas de negociar las condiciones del refrendo lo que ha llevado a Puigdemont, y a su comitiva, a Madrid, sino la
intención de “fabricar” una coartada de cara a Europa y al ancho mundo, que,
según los independentistas, espera con ansiedad las decisiones del President, en el caso,
seguro, de que el Gobierno impida la celebración. Entonces, los
indepes, colocándose en el papel de víctimas que tan buenos réditos
les ha proporcionado, utilizarán la visita para alzarse con la excusa perfecta:
nadie se debe asombrar, ya que nosotros quisimos negociar hasta el último minuto,
incluso el President de la Generalitat se desplazó a Madrid, pero no fue
escuchado. Si Cataluña es independiente es porque Rajoy y España (“que nos
roba”) han querido.
Pero
como la aludida Ley de Transitoriedad Jurídica, que, por cierto, vulnera no
sólo la Constitución sino el vigente Estatut, con cuyo respaldo gobierna
Puigdemont siete millones de personas, establece que si el Gobierno prohíbe la
consulta la ley entrará en vigor de forma inmediata y establecerá de modo unilateral una república parlamentaria en Cataluña, lo que ha llevado a Puigdemont
a Madrid es realmente una advertencia o mejor dicho, un ultimátum expresado en estos
términos: o el Gobierno acepta celebrar un referéndum de autodeterminación, que
pienso ganar, porque están puestas las condiciones para ello, o Cataluña
será independiente sin consulta.
Una exigencia que cualquier gobierno estaría obligado a
rechazar.
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