domingo, 28 de mayo de 2017

Así estamos. 1. Corrupción

Good morning, Spain, que es different

Desde muchos puntos vista y en particular desde una posición democrática y solidaria, la coyuntura política que atravesamos en España es decepcionante; crece la riqueza, pero también lo hacen la pobreza y la desigualdad, y apesta el entorno del Gobierno.
La corrupción política, que junto a los estragos de la crisis económica es uno de los factores de deslegitimación del Régimen, sigue su curso imparable.
Por lo que se conoce de los grandes y pequeños casos que afectan al PP, se percibe un “modus operandi” que se repite, por lo que cabe pensar que se trata de un método centralizado aplicado localmente pero con el mismo propósito, que es financiar al partido y muchos de sus dirigentes.
Algunas fuentes señalan que la corrupción más el despilfarro de dinero público -los céleres “sobrecostes” por vulnerar las normas de contratación- pueden llegar al 20% del PIB. Pero tan grave como el ilegal extravío de dinero público hacia los bolsillos privados es vulnerar las reglas del juego democrático al concurrir con tretas a los comicios, como es financiar ilegalmente campañas electorales.
Como neoliberales, en el PP no dejan de hablar de competir y asumir riesgos, pero prefieren asegurar los resultados electorales haciendo trampas. Es más, haciendo trampas antes y después, pues delinquen para llegar a gobernar y una vez en el gobierno delinquen para tapar la corrupción. Este es el círculo vicioso en que está inmersa la derecha desde hace décadas, cuyo poder político se ha establecido sobre victorias electorales ilegítimas.
Los casos de corrupción han aumentado en cantidad, cualidad, extensión y gravedad. Los grandes (Bárcenas, Gurtel, Púnica, Lezo, Taula, etc) crecen y extienden sus ramificaciones y se ha descubierto de qué estaban rellenos los mandatos de Esperanza Aguirre y sus personas de confianza, tras su llegada a la Comunidad de Madrid aupada por el “tamayazo”, el mayor golpe civil al régimen democrático, perpetrado (con éxito) después del fallido golpe militar del 23-F.
Con la corrupción tampoco cesa la resistencia a depurar sus filas de indeseables y la tendencia de sus dirigentes a demorar o impedir la acción judicial utilizando las instituciones del Estado (ministerios del Interior, Justicia, judicatura y fiscalía) para buscar la impunidad a su conducta delictiva. Pero lo que podía hacerse con mayorías absolutas, ahora, con mayorías relativas en la cámara central y en las autonómicas, se vuelve más difícil.
La situación se vuelve incómoda para el PP, que ha diseñado una operación estratégica para paliar los efectos de la aplicación de la ley, que consiste en actuar de arriba hacia abajo, desde el Ministerio de Justicia y la Fiscalía General, para condicionar la actuación de jueces y fiscales. Pero la maniobra es tan grosera que ha merecido la comparecencia del Ministro de Justicia, Rafael Catalá, del Fiscal General del Estado, José Maza, y del Fiscal Anticorrupción, Manuel Moix (un fiscal no especializado en corrupción, pero “cojonudo”, según la opinión de alguien que está en la cárcel por corrupto), en la Comisión de Justicia y luego la reprobación, por primera vez, por el pleno del Congreso, con los votos afirmativos de todos los grupos (207 votos sobre 350) menos los del grupo Popular.   
Ninguno de los comparecientes pareció darse por aludido, ni tampoco Rajoy, que en la siguiente sesión del Congreso afirmó que mantiene su confianza en los reprobados. O sea, vale y, como primera providencia, mis leales, sin ningún rubor, colocan al recusado Enrique López en la sala de Apelación de la Audiencia Nacional y a Concepción Espejel -“Concha para los amigos” (del PP)-, en la presidencia de la Sala Penal, bajo cuya competencia caen los mayores casos de corrupción que afectan al partido del Gobierno. Y a otra cosa, mariposa.

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