jueves, 4 de mayo de 2017

¿Consumidor soberano?

Respuestas a una noticia sobre las penosas condiciones de trabajo en la industria textil de Sri Lanka, donde fabrican sus prendas Zara, Mango, HM y El corte inglés...
La respuesta de alguien ha sido que la gente no quiere comprar ropa más cara.
Pero pagar más caras las prendas, u otras cosas, es una forma de ser solidarios y mostrar el desacuerdo con esa forma de trabajar y de ganar dinero de forma inhumana. 
Otro alega que todo el mundo lo sabe y que eso sucede porque los consumidores quieren. "El consumidor tiene todo el poder".
Pero se ha construido un mito interesado en torno a la figura del consumidor al dotarlo de un poder del que carece, porque ni es libre, ni está bien informado ni es soberano. Al contrario, el consumidor típico, alienado, adocenado, crédulo, seguidor de la publicidad, de las modas, de las técnicas de marketing y de las ventas a crédito es un elemento necesario para fabricar mercancías en gran cantidad. La producción masiva requiere un consumo masivo y, por tanto, la figura del consumidor pasivo, del consumidor cautivo.
El supermercado y no digamos ya el hipermercado son la prolongación de la fábrica; la consecuencia, primero, de la aplicación a la industria de las técnicas del trabajo mecanizado de Taylor y Ford y luego del "toyotismo", no puede ser otra que el consumo compulsivo. Y en medio, entre la factoría y la tienda, está el desarrollo de la publicidad y del marketing, por un lado, que actúan sobre las mentes y las conciencias, y, por otro, las ventas a crédito, que actúan sobre el "bolsillo".

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