martes, 14 de febrero de 2017

Muguruza 2

Good morning, Spain, que es different

Paco:
Propones la independencia de Euskadi siguiendo la voluntad de los vascos. De acuerdo, pero ¿de cuáles vascos y de cuántos vascos? ¿Del 25% que sólo se considera vasco, según datos del último euskobarómetro? ¿Del 6% que sólo se considera español? ¿Del 64% que hace compatibles ambas identidades, según la misma fuente del Gobierno vasco?
Según la voluntad: ¿Del 53% de los vascos que dieron su voto a los partidos nacionalistas en las elecciones autonómicas del año 2001, con un 80% de participación? ¿O del 46% que no los votó? ¿De los 600.000 que votaron al PNV-EA, que suponen el 43% del total de los emitidos? ¿O de los 143.000 que votaron a Euskal Herritarrok, que pasó del 18% al 10% de los votos emitidos?
Estas cifras pueden hacer reflexionar sobre la inconsistencia de ese mito sobre el que se ha montado todo ese barullo ideológico, en el que una parte de la izquierda todavía está presa: la existencia, real y constatable, del pueblo vasco como una comunidad culturalmente homogénea y políticamente unida, que se mantiene idéntica a sí misma por los siglos de los siglos, amén (10.000 años de antigüedad le atribuye Arzalluz, que debe venir de una vieja familia).
Políticamente el pueblo vasco no existe, a no ser como metáfora. Lo que existe en Euskadi, como las elecciones vienen demostrando desde hace años, es una sociedad moderna, dinámica, plural y dividida en varias opciones políticas.
Desde el punto de vista de la representación política es la región más pluralista de España, y yo no sé si eso es bueno o es malo (para algunos es muy malo; quizá sea bueno por la diversidad como valor ecológico), pero es lo que hay.
Podemos pasar por encima de esas molestas realidades sociológicas y pensar que por encima de la plural voluntad política de sus habitantes existe en el País Vasco un grupo político privilegiado que representa los auténticos e históricos intereses de los vascos, aunque no todos los vascos lo sepan y en muchísimos casos lo rechacen. Y aunque este grupo selecto sólo represente al 10% de los votantes hay que darle un plus de legitimidad, porque, según dice, es el más firme defensor de la voluntad del verdadero pueblo vasco, no de los vascos corrientes, sino de los vascos “pata negra”. Y si ese grupo lo dice, ¿por qué vamos a dudar? ¿Por qué no vamos a pensar que tiene razón y que todos los demás están -estamos- equivocados?
Lo que parece haber detrás de todo ello es que, ante la imposibilidad de obtener una legitimidad moderna basada en la representación en las urnas, contable, periódicamente mensurable y renovable, HB, EH, AUB, o quien sea, se ampara en una legitimidad remota, conferida de una vez y para siempre por la historia, por el pasado glorioso de los invencibles gudaris, por un protoestado que nunca existió, etc, etc; es decir, ampara su actividad política actual, llevada a cabo en una sociedad moderna, en mitos y en leyendas (en una legitimidad literaria) como si se tratara de justificar el poder en una comunidad tradicional y predemocrática (hay un curioso texto de ETA de los primeros años sobre la democracia primigenia vasca y sobre el voto de los padres de familia). Y todo ese arcano de sabiduría popular está depositado en un selecto grupo social, que, al parecer, lo ha recibido directamente de un ser superior -¿Arana?-, como cualquier otra religión, para ser administrado a su antojo.  
El asunto no tendría más importancia si se mantuviera dentro del terreno de la confrontación política pacífica. ¿Que unos señores dicen que son los auténticos representantes de los intereses pasados y futuros del pueblo vasco? Bueno, otros dicen lo contrario y unos terceros dicen otras cosas, a veces igual de fantasiosas. Lo que tienen que hacer unos y otros es convencer de eso a más gente para que les vote, aunque no acabaría ahí el problema, porque hay malas ideas que no se hacen buenas a fuerza de votos.
El problema surge cuando se pretende conseguir por la fuerza lo que no se consigue con la persuasión. Ése es el verdadero problema del País Vasco: que unos señores quieren obtener réditos políticos de una violencia que aplican sobre la población no afecta a sus postulados, no que haya una opción política independentista que no consigue expresarse por la dominación española o francesa. En este aspecto, en el País Vasco, hoy ya no existe el sometimiento de la expresión política o cultural euskalduna, y mucho menos económica, a los dictados de otros estados que justifique las demandas nacionalistas por medio de la lucha armada. Lo que hay es la pretensión de los partidos nacionalistas de conseguir el máximo grado de poder político, a ser posible de una vez y para siempre.
Claro, que si se acepta como un método adecuado que unos señores utilicen la violencia para compensar esa falta de votos, nosotros tendríamos que ir pensando en algo parecido. Que estaría mucho más justificado porque aún tenemos menos votos. A menos votos, más bombas para compensar. A no ser que se piense que este método es válido para todo el mundo, porque todos los partidos aspiran a tener más votos de los que tienen y, por tanto, todos podrían aspirar a tener su cuota de tiros para lograr imponerse. Pero si cada partido administra su propia violencia para conseguir votos, cada ciudadano está legitimado para hacer lo mismo para defenderse de las opiniones armadas de sus adversarios, y con ello llegamos al estado de naturaleza hobbesiano de la guerra de todos contra todos. Es decir a una fase previa al Estado o a la extinción del mismo, que es a donde nos conduce esa consigna final, que es una exaltada muestra de la libertad de expresión. 
Comparto tu indignación con la gente del PP, pero, para mal nuestro, de la gente de la izquierda, quienes matan y quienes extorsionan en el País Vasco no son del PP, sino tipos que se dicen de izquierda, gentes que defienden ¡el socialismo!  (a saber qué quieren decir con eso), gente que está contra el PP en ¡nombre de la izquierda! ¡Dios santo!, pero que al menos no está conmigo, que también soy adversario del PP y modestamente también me considero de izquierda.
No me gusta la España del PP, como no me gustaba la de Franco; ni soy partidario del GAL, cuyos miembros están o deberían estar en la cárcel, como otros matarifes abertzales, a los que no les reconozco ningún heroísmo.
No me gusta la España única, pero tampoco me convence una secesión no justificada racional ni políticamente, aunque sí mitológicamente, ni veo grandes ventajas en hacer de España un país más pequeño cuando Europa se hace más grande.
Y que cante Muguruza, lo repito, pero no nos podemos escandalizar porque otros digan lo que piensan sobre él; aunque, en esto, como en otros casos, habría que ver lo que pasaría en el caso inverso. Recuerdo que Miguel Ángel Blanco, era concejal, como Muguruza, y tocaba la batería en un conjunto, y está muerto porque lo mataron los correligionarios de este último. Yo no votaría a ninguno de ellos, pero tampoco puedo entender que se mate a alguno de los dos; esa es mi postura.
¿Qué hacer con Muguruza? Bueno, no está mal que, además de cantar, tenga que oír otras cosas, como otros las oímos a diario de los nacionalistas aunque no nos gusten. ¿O es que sus oídos, como los de otros nacionalistas, no pueden soportar opiniones contrarias? 
¿Qué hacer con Muguruza?, preguntas. No censurar; ya lo he dicho, pero sí opinar y discutir, y sobre todo, razonar. Razonar sin miedo, sin temor a perder las referencias; a meterse en otros campos, a ser heterodoxo, en definitiva; sin miedo a pensar a la intemperie, aunque eso sea muy incómodo y le puedan acusar a uno de enemigo -¿enemigo de qué?- o de intelectual orgánico de la derecha.
Y eso sí, mucha libertad de expresión, pero no equiparación de las opiniones, porque no todas valen ni política ni moralmente lo mismo. Defiendo incluso la libertad para decir tonterías o para propagar mitos, pero también defiendo que nadie me obligue a creerlos por las buenas y mucho menos por las malas.
Saludos.

8 de septiembre de 2003

Colectivo Red Verde

No hay comentarios:

Publicar un comentario