Good morning, Spain, que es different
Cuando
en el PP cunde la perplejidad y Rajoy está paralizado, es decir, como siempre,
Aguirre no se resigna a rendir a los "rojos bolivarianos" el
consistorio que aún no tiene. Lejos de quedarse quieta, ha pasado a la ofensiva
al ofrecer al PSOE y a Ciudadanos un pacto municipal para impedir que Manuela
Carmena llegue a la alcaldía de Madrid, aún a costa de ceder la alcaldía al candidato del PSOE Antonio
Miguel Carmona.
La
precipitada maniobra, pues no es otra cosa, descansa en varios supuestos que
son falsos. El primero hace referencia a las posibles fuerzas firmantes del
pacto, que, en teoría, tendrían algo en común, pero ante eso se alzan dos
obstáculos de fondo: la regeneración y la lucha contra la corrupción, que se
presenta como condición innegociable en ambos partidos, y, al menos en el caso
del PSOE, la política de austeridad, una vez que han decidido revisar la etapa
de Zapatero, incluso se han desdicho de la reforma del artículo 135 de la
Constitución. Por ahí, tampoco hay acuerdo a pesar de que Aguirre haya dicho
que comparte, ahora sí, el programa del PSOE; cosa difícil de creer después de
haberlos puesto durante años como hoja de perejil.
Hay
también un obstáculo de oportunidad: y es la cercanía de las elecciones
generales, donde es poco creíble que alguien vaya a pactar con una fuerza a la
que espera ver derrotada en unos meses, y que, en el pacto, en el caso de llevarse a cabo, podría verse arrastrado con la caída de su oponente.
Otro
supuesto falso es el patrocinio de la idea; es difícil llegar a un pacto de
“centro”, con alguien que está situado en la extrema derecha, y que suma el
despotismo de la nobleza al autoritarismo de los herederos de Franco, es
experta en maniobras, hace gala de saltarse todas las convenciones a la torera
y en el debate político abusa de la demagogia y el juego sucio. Aguirre es
temible para los suyos, como para tenerla de socia en una maniobra a la
desesperada.
Respeto
al motivo explícito del pacto, también hay que decir que es falso y además
torticero. Aguirre no compara su programa (hecho público el día anterior a las
elecciones, lo que muestra lo poco que le importa el municipio de Madrid) con
el de Ahora Madrid y propone el suyo porque es mejor, sino que descalifica a
esta formación como un peligro para la democracia occidental, como antes había
descalificado a Manuela Carmena como defensora de terroristas. Pero ahí se ve
la mala condición de la condesa de Bornos, pues Carmena no representa un
peligro para la democracia occidental, como indica Aguirre, sino todo lo
contrario.
Manuela
Carmena luchó contra la dictadura y, por circunstancias afortunadas, pudo
salvarse del atentado, perpetrado en 1977 por un grupo terrorista formado por franquistas recalcitrantes, contra el despacho
de abogados laboralistas de la calle de Atocha.
De
Aguirre no se puede decir lo mismo. Nacida en 1952, cuando Franco murió ella
tenía edad suficiente para haber mostrado en los hechos su oposición a la
dictadura y su talante democrático. Se podía haber hecho notar como opositora, igual
que Isabel Álvarez de Toledo (1936-2008), duquesa de Medina Sidonia, tres veces
Grande de España y conocida como la “duquesa roja” por su ideal republicano su
distancia respecto al franquismo y su defensa de la revolución cubana. Incluso estuvo
en la cárcel en 1969 por participar en una manifestación a favor de las
indemnizaciones a los agricultores afectados por las bombas de Palomares.
Pero
a Aguirre no se le conoce referencia alguna que pueda probar esa vocación democrática
de la que tanto alardea, sino al contrario, ha defendido las medidas más duras
y antidemocráticas del Partido Popular y ha ejercido sin límites el poder de
que ha dispuesto en el Partido y en el Estado.
El motivo implícito del
aparente sacrificio de Aguirre, que renuncia a la alcaldía para defender la
democracia occidental, es no verse privada de una plataforma de poder público que
le es necesaria para disputar la jefatura del Partido a Rajoy, tras el
previsible revolcón electoral del mes de noviembre. Sin embargo, la experiencia
enseña que la parsimonia de Rajoy y su afición a dejar que las cosas se arreglen
con el tiempo o se pudran, acaba achicharrando a los que quieren sucederle con
prisa, y Aguirre es el último churrasco.
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