jueves, 28 de mayo de 2015

Desesperación Aguirre


Good morning, Spain, que es different

Cuando en el PP cunde la perplejidad y Rajoy está paralizado, es decir, como siempre, Aguirre no se resigna a rendir a los "rojos bolivarianos" el consistorio que aún no tiene. Lejos de quedarse quieta, ha pasado a la ofensiva al ofrecer al PSOE y a Ciudadanos un pacto municipal para impedir que Manuela Carmena llegue a la alcaldía de Madrid, aún a costa de ceder la alcaldía al candidato del PSOE Antonio Miguel Carmona.
La precipitada maniobra, pues no es otra cosa, descansa en varios supuestos que son falsos. El primero hace referencia a las posibles fuerzas firmantes del pacto, que, en teoría, tendrían algo en común, pero ante eso se alzan dos obstáculos de fondo: la regeneración y la lucha contra la corrupción, que se presenta como condición innegociable en ambos partidos, y, al menos en el caso del PSOE, la política de austeridad, una vez que han decidido revisar la etapa de Zapatero, incluso se han desdicho de la reforma del artículo 135 de la Constitución. Por ahí, tampoco hay acuerdo a pesar de que Aguirre haya dicho que comparte, ahora sí, el programa del PSOE; cosa difícil de creer después de haberlos puesto durante años como hoja de perejil.
Hay también un obstáculo de oportunidad: y es la cercanía de las elecciones generales, donde es poco creíble que alguien vaya a pactar con una fuerza a la que espera ver derrotada en unos meses, y que, en el pacto, en el caso de llevarse a cabo, podría verse arrastrado con la caída de su oponente.  
Otro supuesto falso es el patrocinio de la idea; es difícil llegar a un pacto de “centro”, con alguien que está situado en la extrema derecha, y que suma el despotismo de la nobleza al autoritarismo de los herederos de Franco, es experta en maniobras, hace gala de saltarse todas las convenciones a la torera y en el debate político abusa de la demagogia y el juego sucio. Aguirre es temible para los suyos, como para tenerla de socia en una maniobra a la desesperada.  
Respeto al motivo explícito del pacto, también hay que decir que es falso y además torticero. Aguirre no compara su programa (hecho público el día anterior a las elecciones, lo que muestra lo poco que le importa el municipio de Madrid) con el de Ahora Madrid y propone el suyo porque es mejor, sino que descalifica a esta formación como un peligro para la democracia occidental, como antes había descalificado a Manuela Carmena como defensora de terroristas. Pero ahí se ve la mala condición de la condesa de Bornos, pues Carmena no representa un peligro para la democracia occidental, como indica Aguirre, sino todo lo contrario.
Manuela Carmena luchó contra la dictadura y, por circunstancias afortunadas, pudo salvarse del atentado, perpetrado en 1977 por un grupo terrorista formado por franquistas recalcitrantes, contra el despacho de abogados laboralistas de la calle de Atocha.
De Aguirre no se puede decir lo mismo. Nacida en 1952, cuando Franco murió ella tenía edad suficiente para haber mostrado en los hechos su oposición a la dictadura y su talante democrático. Se podía haber hecho notar como opositora, igual que Isabel Álvarez de Toledo (1936-2008), duquesa de Medina Sidonia, tres veces Grande de España y conocida como la “duquesa roja” por su ideal republicano su distancia respecto al franquismo y su defensa de la revolución cubana. Incluso estuvo en la cárcel en 1969 por participar en una manifestación a favor de las indemnizaciones a los agricultores afectados por las bombas de Palomares.
Pero a Aguirre no se le conoce referencia alguna que pueda probar esa vocación democrática de la que tanto alardea, sino al contrario, ha defendido las medidas más duras y antidemocráticas del Partido Popular y ha ejercido sin límites el poder de que ha dispuesto en el Partido y en el Estado.
El motivo implícito del aparente sacrificio de Aguirre, que renuncia a la alcaldía para defender la democracia occidental, es no verse privada de una plataforma de poder público que le es necesaria para disputar la jefatura del Partido a Rajoy, tras el previsible revolcón electoral del mes de noviembre. Sin embargo, la experiencia enseña que la parsimonia de Rajoy y su afición a dejar que las cosas se arreglen con el tiempo o se pudran, acaba achicharrando a los que quieren sucederle con prisa, y Aguirre es el último churrasco.

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