miércoles, 13 de mayo de 2015

Asaltar los cielos

Good morning, Spain, que es different.
Ayer tuve el gusto de asistir a la presentación del libro de Ignacio Torreblanca "Asaltar los cielos", acto en el que se habló extensamente sobre "Podemos". El libro ya había sido criticado sucintamente en Palinuro ("Quedarse en tierra") por Ramón Cotarelo, presente en el acto, con Jaime Pastor y el autor. 
A vuela pluma, entre las cosas que se dijeron, destaco que, por encima o debajo de la ambigüedad del discurso de Podemos, había, según Jaime Pastor, cuatro factores claros: la opción democrática (más participación ciudadana frente a la "casta"), la soberanía (frente a la troika), los derechos sociales (frente a la austeridad) y una nueva forma de hacer política (regeneración o renovación) frente a la vieja (el régimen del 78).
Se destacó la importancia dada a la comunicación y al liderazgo de Iglesias, dos factores que emparentan la actual personalización de la política y el papel de los líderes -telelíderes-, con el viejo populismo en el que el caudillo se comunicaba directamente con el pueblo, lo cual sucede ahora a través de Internet, que según Torreblanca, fomenta un falso ágora, ya que el medio, sobre todo twiter, permite poco debate. 
Cotarelo señaló que, detrás de la ensalada mixta de nacional populismo, aderezada con recetas de Laclau, basadas en la importación exótica de Gramsci, lo que había era el viejo populismo americano de Perón, en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, de Haya de la Torre (APRA) o de Carlos Mariátegui y las ideas de Kirchheimer sobre el partido atrápalotodo, en cualquier caso, una noción muy pragmática de la política, en la que todo se subordina a ganar.
En este aspecto, Torreblanca señaló como un peligro la ambición de Podemos de ganar y hacerlo por mayoría, dada la precariedad de los controles institucionales sobre el poder (pocos límites) que tenemos en España. 
Para mí, la aspiración de salir a ganar para gobernar (la voluntad de poder, que diría Nietzsche) es valiosa pero peligrosa, pues colocar el listón muy alto y no alcanzarlo puede generar frustración en muchos de los seguidores y precipitar un abandono de electores atraídos sólo por la perspectiva de la victoria (apostar a caballo ganador). Más, cuando en España, los cambios en sentido progresista necesitan largos períodos de acumulación de fuerzas. Lo cual está reñido con la impaciencia. 
En segundo lugar, y frente a lo que se comentó de que Podemos había generalizado el debate y repolitizado la sociedad, hay que señalar que también había desmovilizado a la gente. No sé si la causa del descenso de las movilizaciones desde el año 2014 es un objetivo buscado, un efecto de la Ley mordaza de marzo de 2015 o sólo un efecto del proceso de organización interna de Podemos. En todo caso, es un signo preocupante. 
Jaime Pastor habló de Podemos como una máquina de guerra de los movimientos sociales, pero resulta que ahora tenemos máquina pero no tenemos guerra. Y el peligro de paralizar los movimientos sociales para confiar en los cambios a través de las instituciones fue una de las causas del rápido desencanto en el régimen político surgido de la Transición. El consenso y la desmovilización fueron entonces la cara y la cruz de la misma política.

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