viernes, 8 de marzo de 2024

Ucrania: dos años

Respuesta a los comentarios de Luis Marchand y a Agus Salva, a un recordatorio mío de la invasión de Ucrania en febrero de 2022. 

Luis, Salva, gracias, colegas. Creo que la guerra, con la ocupación del territorio, la destrucción de las condiciones de vida, la privación del futuro para miles de personas y la actualidad de la muerte es el fenómeno más visible y más cruel de otros conflictos que están detrás y que no se suelen abordar porque son muy molestos, muy dolorosos o muy complejos para la simpleza que reina en la izquierda postmoderna, boba, blanda, buenista y sentimental, para la cual la prédica -o el sermón- del diálogo y el acuerdo, de la deseable reconciliación y el entendimiento entre personas y culturas, es la coartada para no enfrentarse al mundo real, que exige, a quienes dicen formar una corriente política, pronunciarse sobre la vida y la muerte de unos o de otros. Es así de simple para quienes aspiran a servir de referencia, al menos informativa, a la gente, a orientar el sentido del voto y llegar a gobernar y a moverse en un mundo conflictivo, renunciando al papel que les corresponde a las oenegés o a las religiones y con el que parecen querer competir. Es más cómodo y menos comprometido encerrarse en la burbuja moral para no tener que adoptar decisiones que pueden ser dramáticas. 

Uno de los conflictos que hay detrás es la pugna entre Estados Unidos y Rusia, que exige revisar la naturaleza de ambos, dejando al margen, de ser posible, los tópicos más conocidos.

El otro es sacar la guerra del primer plano del análisis para detenerse en la lucha por la hegemonía, en las bases que la sustentan y en cómo se ejerce por cada uno de esos actores, lo cual remite a la cultura, no sólo a la política y menos aún al ejército, y a la civilización.

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