1. La opinión del Gobierno: ante la duda, ETA
El
día 11 de marzo de 2004 será de los que no se olviden en mucho tiempo. La
brutalidad de los atentados conmociona toda Europa y más lejos. La ciudad de
Madrid se sumerge en un torbellino de perplejidad, tristeza, dolor, socorros
frenéticos y solidaridad a raudales. A medida que transcurre el día y se
percibe la magnitud de la tragedia la actividad ciudadana se va paralizando. La
gente regresa pronto a sus casas y parte de la hostelería y la industria del
ocio cierra sus negocios.
La
campaña electoral se suspende, se establece la comunicación entre los
responsables políticos (en varios casos rota desde hace tiempo), se hacen las
primeras declaraciones y se busca explicación a unos hechos terribles, cuya
autoría, por seguir una dilatada y macabra costumbre, apunta a ETA.
Numerosas
muestras de solidaridad llegan de toda España y del extranjero, pero los
primeros en expresar su pesar y su rechazo son los vascos, se diría que, movidos,
como escribe Kepa Aulestia al día siguiente, por el sentimiento de culpa de
pertenecer a una colectividad en cuyo nombre unos pocos podían cometer tal
atrocidad.
A
las 9,30 de la mañana, un consternado Ibarretxe dice ante las cámaras de
televisión: Los terroristas son simplemente alimañas... Qué monstruosidad,
qué espanto tan grande...ETA está escribiendo sus últimas páginas. Pero Arnaldo
Otegui le corrige: No contemplo ni como hipótesis que ETA esté detrás de
esos atentados. Porque ETA a lo largo de su historia siempre ha avisado de la
colocación de los explosivos. Rechaza el atentado y lo atribuye a un
operativo de la resistencia árabe. Lo cual no aclara mucho, porque Otegi es
un habitual exculpador de las barbaridades de ETA, y porque ésta no siempre ha
avisado de sus intenciones -recuérdense las bombas trampa- ni ha asumido todos
los atentados cometidos (el de la cafetería Rolando, en Madrid, por ejemplo).
Aznar
convoca parcialmente al Gobierno, pero no al Gabinete de crisis (que se reúne
por vez primera el 17 de marzo). En la reunión, de la que no existe acta, están
presentes los vicepresidentes R. Rato y J. Arenas, el ministro del Interior, A.
Acebes, el ministro portavoz Zaplana, el secretario General de Presidencia J.
Zarzalejos y el secretario de Estado de Comunicación, A. Timmermans. Ni la
ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, ni los responsables de Defensa, F.
Trillo, y de Hacienda, C. Montoro, miembros natos del gabinete de crisis.
Tampoco
el jefe de los servicios de inteligencia (CNI), Jorge Dezcallar -fuera de
juego hasta el día 16-. Su ausencia, la de los responsables de Exteriores y
Defensa, y la presencia de dos altos cargos relacionados con la comunicación
(Zaplana y Timmermans) dejan traslucir las intenciones de cómo el Presidente
pretende abordar la crisis.
Aznar
tampoco reúne el Pacto Antiterrorista, ni cita a representantes de otros
partidos, a los que les hace llegar su opinión -Espero que no haya dudas de
que ha sido un atentado, indica por teléfono a Zapatero- y la invitación para
acudir a una manifestación convocada para el día 12.
Con
estas decisiones, el Gobierno piensa afrontar la crisis en solitario y obtener
los posibles réditos, si los hay, también en solitario. Para ello, despliega
una intensa actividad en el campo de la información o, mejor, de la
comunicación. Aznar en persona telefonea a los directores de varios periódicos
de Madrid y Barcelona (volverá a hacerlo por la tarde) indicándoles que el
Gobierno no duda de la autoría de ETA. Desde La Moncloa se transmite el mismo
mensaje a los corresponsales de la prensa extranjera.
A
las 13,30, el ministro del Interior anuncia la cifra de muertos en ese momento
-173 y 600 heridos- e indica su creencia de que ETA es la autora del atentado,
calificando de intolerable cualquier intoxicación por parte de miserables
que apunte hacia otros autores. Poco después interviene Zapatero, que acepta la
versión del Gobierno -Estamos ante el atentado más horrendo de ETA- y
llama a la unidad democrática frente al terrorismo.
A
las 14,30 interviene Aznar. Se refiere al 11 de marzo como una fecha en la
historia de la infamia y califica a los autores de asesinos fanáticos. Habla de
la banda terrorista pero no cita a ETA. Anuncia tres días de luto oficial e
invita a los ciudadanos a acudir, al día siguiente, a la manifestación
convocada con el lema: Con las víctimas del terrorismo, con la Constitución,
por la derrota del terrorismo. La alusión a la Constitución, convertida
otra vez en patrimonio particular del PP, trata de reforzar la idea de que se
trata de dar una respuesta a aquellos que no la aceptan: ETA.
Esa
idea sobre quiénes son los autores se traslada al Consejo de Seguridad de la
ONU, donde, en ausencia de Inocencio Arias, la representante española, Ana
Menéndez, presenta una resolución urgente condenando a ETA por los atentados de
Madrid, que a pesar de las dudas de los presentes se aprueba. Cuatro días
después, conocidos los verdaderos autores, Arias se verá obligado a pedir
disculpas.
Sin
embargo, esa misma tarde, el Ministerio de Asuntos Exteriores envía un mensaje
a todas las embajadas españolas señalando a ETA como autora de los atentados y
advirtiendo de la intención de otras fuerzas políticas de desviar las sospechas
hacia otros grupos terroristas. Otto Schilly, ministro alemán de del Interior,
criticará, días después, a su homólogo Ángel Acebes, porque hubo retrasos, imprecisión
y cosas inciertas en la información del gobierno español.
A
las 20,15, poco después de que la policía haya difundido las fotografías de
nueve miembros de ETA presuntamente relacionados con el atentado, Acebes
anuncia el hallazgo de la furgoneta Kangoo y la apertura de una segunda línea
de investigación, pero recalca que la línea esencial sigue siendo ETA. Opinión
que Aznar confirma en una ronda de llamadas a directores de varios diarios.
A
las 20,30, el Rey, en una comparecencia extraordinaria -la primera desde el
intento de golpe del 23-F de 1981- habla por televisión. Muestra su repulsa,
condena el atentado, pero no menciona a ETA, y exhorta a la unidad.
A
las 21,30, la agencia Reuters comunica que el londinense Al-Quds Al-Arabi,
diario propalestino impreso en lengua árabe, ha recibido una nota en la que un
grupo cercano a Al Qaeda se hace responsable de los atentados de Madrid.
Esa
misma noche, la desactivación de la bomba hallada en una mochila en el apeadero
de El Pozo permite obtener nuevos datos, que dirigen definitivamente la
investigación policial hacia grupos islamistas.
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