jueves, 9 de marzo de 2023

Noticias del cortijo. 8 de Marzo

Como otros años, se ha celebrado, aunque no con el boato acostumbrado y con una honda división política e incluso física con manifestaciones separadas en algunos lugares, el Dia de la Mujer. O, mejor dicho, el Día de la Mujer en general, en una afirmación de género que ha logrado desterrar el primitivo carácter laboral que tenía hasta hace cierto tiempo la celebración, instituida en internacional homenaje a las mujeres trabajadoras, especialmente a las que realizan un trabajo manual y directo sobre la materia productiva; a las obreras.

Ello no priva de valor la reclamación de las mujeres de ejercer los mismos derechos y tener acceso a las mismas metas y oportunidades que los varones y poder disponer de su cuerpo y de su tiempo sin temores ni cortapisas, disfrutando simultáneamente de libertad y seguridad.

Pero, si bien, el movimiento defensivo de las mujeres, digamos, con cautela, feminista, en las últimas décadas ha ganado en legitimidad y en la potencia necesaria para que sus reclamaciones figuren en los primeros lugares de las agendas políticas e informativas, y, en consecuencia, haya logrado producir un buen repertorio de leyes en favor de su causa, al extenderse y diversificarse ha perdido unidad, desbordado las antiguas fronteras y dando paso a tan diversas interpretaciones que es posible hablar de feminismos más de que de feminismo en singular, incluso de postfeminismo o de neofeminismo o veterofeminismo, no sólo como tendencias divergentes, sino enfrentadas, que han supuesto una de las grandes brechas entre los socios del Gobierno, puesto que tanto el PSOE como Podemos se disputan la bandera del feminismo como un distintivo de su identidad. La otra brecha, que está lejos de cerrarse, es la posición ante la guerra de Ucrania, que merece un comentario aparte.  

El Día de la Mujer Trabajadora fue propuesto en Copenhague por la comunista Clara Zetkin, en 1910, en la Conferencia de Mujeres Socialistas reunida para exigir el derecho a votar, y se celebró por vez primera el 19 de marzo de 1911 en varios países. Ese rasgo obrero y de clase se acentuó para rendir homenaje a las 123 mujeres (y 23 hombres), en su mayoría emigrantes, fallecidas en un incendio, declarado el día 25 de marzo de 1911 en una industria textil de Nueva York, en la que permanecían encerradas por sus dueños. La tragedia tuvo efectos positivos en la legislación laboral de Estado Unidos, y en las siguientes celebraciones del día 8 de Marzo, se incluyeron reclamaciones referidas a las condiciones de trabajo. 

En la jornada del Ocho de Marzo se ha ido disipando el carácter izquierdista y radical que tuvo en la España católica y conservadora, al mismo tiempo que el movimiento desdibujaba el perfil obrerista y adquiría un tono más moderado, se hacía interclasista y transversal, más atento a las mujeres de clase media y a las reclamaciones de género procedentes no necesariamente de mujeres.

Tanto, que, centradas en las víctimas producidas por la violencia masculina, que con toda justicia se lamentan y recuerdan, sus dirigentes han olvidado incluir, hasta ahora, a las mujeres muertas en su puesto de trabajo, o cuando se dirigían o volvían de él (in itinere), como si la constricción que impone la producción capitalista sobre las mujeres como parte de la fuerza de trabajo fuera un asunto menos grave y mereciera menos atención.          


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