Esta
campaña electoral, oficialmente corta pero realmente larga -4 años- me ha
dejado saturado, aburrido, ahíto de tanto politiqueo, tan poca imaginación y
tan poca política. El llamado debate a cinco ha sido el remate. Largo y poco
útil. Los cinco galanes iban a lo suyo. Todos contra Sánchez, que hizo alguna
propuesta y anunció alguna primicia, pero estuvo flojo, como ido, mirando al
atril y tomando notas, pero dejando pasar las ruedas de molino con que Casado invitaba
a comulgar a la audiencia cuando, nostálgico, hablaba del paro de Zapatero y de
la crisis de Zapatero. Pero ¡hombre!, si la crisis fue el estallido de la
burbuja que preparó el gobierno de Aznar, con la ley de liberalización del
suelo. Este chico no se ha leído “La segunda transición”, de Jose Mari, ni
“España, claves de prosperidad”, coordinado por Luis de Guindos.
Al
contrario que Sánchez, Rivera estuvo dinámico, se ve que venía motivado y
además cargado de “souvenirs”. Quiso ser el paladín de la familia, imagino que
de las de clase media hacia arriba, si sigue con su idea de bajar los
impuestos. Abascal, nuevo en esta plaza, e incluido, por el PP, en el grupo
constitucional, debe ser por el único artículo que le gusta (el 116.3. El
estado de excepción) estuvo moderado, ya que suavizó algunas cosas, pero en
otras no pudo disimular lo que es: un representante del franquismo
desenterrado, ahora que Franco está definitivamente enterrado. Por las pocas
críticas que recibió, ninguna del PP, puede decirse que salió por la puerta
grande.
Iglesias
volvió a fungir como el intérprete más leal de la Constitución, él que quiso
acabar con ella. Recordó que quiere entrar en el gobierno de Sánchez. A lo
mejor espera que el lunes le caigan una vicepresidencia y cuatro ministerios.
En
fin, palabrería, regates, fintas, olvidos monumentales, recuerdos falseados,
imposturas, medias verdades y mentiras completas… Un muermo. Y la verdad es que
el país no lo merece… O quizá sí, porque algo tuvo que ver lo que votamos en
abril con esta “segunda vuelta”.
Dejamos
a nuestros representantes una buena papeleta, una situación muy compleja, que
no han sabido gestionar bien, claro está, pero lo cierto es que no era fácil
formar gobierno. El país quedó partido, está partido, en izquierdas y derechas
casi mitad por mitad, las derechas están divididas y las izquierdas, también.
Hay que añadir los partidos nacionalistas para que esto sea un rompecabezas,
por eso lo esperable de la campaña, entendida, al menos desde julio, o mejor
desde abril, hubiera sido un poco de generosidad y altura de miras, el interés
por sumar y ofrecer soluciones y salidas de compromiso, mirando hacia dentro,
con tanto por hacer, pero también hacia afuera (situación internacional,
Europa, energía y clima, como poco). Pero dejaron pasar la ocasión, movidos por
intereses a corto plazo y tácticas de partido.
Así que somos dignos de aparecer
en el Guinness con la marca de la estupidez: cuatro elecciones generales en
cuatro años (20/12/2015; 26/6/2016; 28/4/2019 y 10/11/2019) y cuatro gobiernos interinos
-Rajoy hasta las elecciones de 2015, Rajoy desde 2016, Sánchez desde la moción
de censura en 2018 y Sánchez desde 28/4/2019. Demasiada interinidad. Y ya
veremos si tenemos gobierno cuando termine el año.
Esta noche, en la Sexta, hay
debate preelectoral de señoras o de damas. Con poco que se esfuercen quedarán
mejor que los caballeros. Pero digan lo que digan, votaré; como votaré a pesar
de todo lo que han dicho los varones. Tengo el voto decidido desde el mes de
julio y no quiero renunciar a ejercer este derecho. No me sabe mal ser
convocado de nuevo. No es una molestia, es un acto de responsabilidad en una
coyuntura difícil. A veces un voto decide un gobierno, aunque no creo que vaya
a ser el mío.
7 de noviembre de 2019
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