domingo, 10 de noviembre de 2019

¡Qué mierda!... pero votaré


Esta campaña electoral, oficialmente corta pero realmente larga -4 años- me ha dejado saturado, aburrido, ahíto de tanto politiqueo, tan poca imaginación y tan poca política. El llamado debate a cinco ha sido el remate. Largo y poco útil. Los cinco galanes iban a lo suyo. Todos contra Sánchez, que hizo alguna propuesta y anunció alguna primicia, pero estuvo flojo, como ido, mirando al atril y tomando notas, pero dejando pasar las ruedas de molino con que Casado invitaba a comulgar a la audiencia cuando, nostálgico, hablaba del paro de Zapatero y de la crisis de Zapatero. Pero ¡hombre!, si la crisis fue el estallido de la burbuja que preparó el gobierno de Aznar, con la ley de liberalización del suelo. Este chico no se ha leído “La segunda transición”, de Jose Mari, ni “España, claves de prosperidad”, coordinado por Luis de Guindos.
Al contrario que Sánchez, Rivera estuvo dinámico, se ve que venía motivado y además cargado de “souvenirs”. Quiso ser el paladín de la familia, imagino que de las de clase media hacia arriba, si sigue con su idea de bajar los impuestos. Abascal, nuevo en esta plaza, e incluido, por el PP, en el grupo constitucional, debe ser por el único artículo que le gusta (el 116.3. El estado de excepción) estuvo moderado, ya que suavizó algunas cosas, pero en otras no pudo disimular lo que es: un representante del franquismo desenterrado, ahora que Franco está definitivamente enterrado. Por las pocas críticas que recibió, ninguna del PP, puede decirse que salió por la puerta grande.
Iglesias volvió a fungir como el intérprete más leal de la Constitución, él que quiso acabar con ella. Recordó que quiere entrar en el gobierno de Sánchez. A lo mejor espera que el lunes le caigan una vicepresidencia y cuatro ministerios.     
En fin, palabrería, regates, fintas, olvidos monumentales, recuerdos falseados, imposturas, medias verdades y mentiras completas… Un muermo. Y la verdad es que el país no lo merece… O quizá sí, porque algo tuvo que ver lo que votamos en abril con esta “segunda vuelta”.
Dejamos a nuestros representantes una buena papeleta, una situación muy compleja, que no han sabido gestionar bien, claro está, pero lo cierto es que no era fácil formar gobierno. El país quedó partido, está partido, en izquierdas y derechas casi mitad por mitad, las derechas están divididas y las izquierdas, también. Hay que añadir los partidos nacionalistas para que esto sea un rompecabezas, por eso lo esperable de la campaña, entendida, al menos desde julio, o mejor desde abril, hubiera sido un poco de generosidad y altura de miras, el interés por sumar y ofrecer soluciones y salidas de compromiso, mirando hacia dentro, con tanto por hacer, pero también hacia afuera (situación internacional, Europa, energía y clima, como poco). Pero dejaron pasar la ocasión, movidos por intereses a corto plazo y tácticas de partido.
Así que somos dignos de aparecer en el Guinness con la marca de la estupidez: cuatro elecciones generales en cuatro años (20/12/2015; 26/6/2016; 28/4/2019 y 10/11/2019) y cuatro gobiernos interinos -Rajoy hasta las elecciones de 2015, Rajoy desde 2016, Sánchez desde la moción de censura en 2018 y Sánchez desde 28/4/2019. Demasiada interinidad. Y ya veremos si tenemos gobierno cuando termine el año.
Esta noche, en la Sexta, hay debate preelectoral de señoras o de damas. Con poco que se esfuercen quedarán mejor que los caballeros. Pero digan lo que digan, votaré; como votaré a pesar de todo lo que han dicho los varones. Tengo el voto decidido desde el mes de julio y no quiero renunciar a ejercer este derecho. No me sabe mal ser convocado de nuevo. No es una molestia, es un acto de responsabilidad en una coyuntura difícil. A veces un voto decide un gobierno, aunque no creo que vaya a ser el mío.   

7 de noviembre de 2019



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