viernes, 15 de noviembre de 2019

Cataluña, la preferida.

He terminado de leer el libro de Gregorio Morán “Memoria personal de Cataluña”. 
Ciento cuarenta páginas de letra grande que dan rápida fe del ajuste de cuentas del autor con el diario “La vanguardia” y con su propietaria, la familia del conde de Godó, teniendo como telón de fondo una crítica al pujolismo, destructor de la sociedad civil catalana y de la intelectualidad, y fundador del amplio comedero de tantos paniaguados descubiertos por el soberanismo. Sin olvidar el suicidio de la izquierda comunista, abducida por la misma oleada reaccionaria. 
Todo ello conocido, pero ahora reconocido y situado con protagonistas y personajes secundarios, aunque con algunos errores de fecha, por ejemplo el referéndum ilegal -cuyo adjetivo omite, aunque lo califica de fallido, que es confuso- no fue en 2016, sino en 2014, o la entrada en vigor del Estatut, respecto a la sentencia del Tribunal Constitucional-, y en la adscripción de personajes como Enrique Barón, que no procedía de la católica AST sino de la también católica USO.   
Por seguir con el mismo autor, he retomado el grueso librote “El cura y los mandarines”, de lectura más indigesta por la prolijidad documental y, ¿por qué no decirlo?, por la excesiva mala baba, que a veces rezuma, lo que le hace a uno desistir del empeño de leerlo. Así que, de vez en cuando, lo tomo y lo dejo sin remordimiento alguno.
Pero, como había terminado “Memoria personal de Cataluña”, lo he abierto por el capítulo “15. Cataluña, la preferida”, pg 353 y siguientes, que debería ser de lectura obligatoria para esos mozalbetes, intitulados CDR, “Tsunami democrático” o cualquier otra denominación que denote la pertenencia a un cuerpo secreto, formado por lo más selecto de la vanguardia militante, que dé la impresión de mover los hilos de la trama desde algún lugar ignoto, como si fuera la película de aventuras que esos muchachos creen estar viviendo a costa del erario y de las molestias a sus convecinos.
Para ilustrar un poco la historia reciente de Cataluña que los nacionalistas se afanan en ocultar, ahí va un parágrafo sobre un episodio del año 1964.
“Merece una reflexión el hecho de erigir en Barcelona y en 1964 un monumento a José Antonio Primo de Rivera. Un monumento monumental, valga la expresión, grande, llamativo, en lo que podía considerarse el centro de la ciudad nueva, de la burguesía emergente, vecino a la plaza de Calvo Sotelo –hoy Francesc Maciá- y en la avenida de la Infanta Carlota -hoy Josep Tarradellas-. Entre emocionado y admirado por el gesto, el diario “Arriba” dedica un editorial aún antes de la inauguración oficial: <Barcelona es la primera gran capital española que ha erigido un monumento a la memoria de José Antonio…> Es verdad que había vivido en la ciudad un par de años y había hecho aquí el servicio militar, por decirlo de alguna manera al tratarse del hijo del capitán general de la Región que saldría de Barcelona para convertirse en Dictador de toda España” (pg. 370).      

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