Cómo
ocurre cada vez con más frecuencia, hoy la portada y la contraportada de El
País están alquiladas a un anunciante; un recadero, imagino que global como
corresponde a la categoría del periódico. En otras ocasiones el anuncio ha
correspondido a una marca de coches. Ha habido veces que, en el expositor del
quiosco, había cuatro o cinco periódicos luciendo la misma portada, que no era
la coincidencia en el tratamiento dado a una noticia, sino el anuncio de una
marca.
Antes,
El País se definía como “diario independiente de la mañana”. Nunca me lo creí
-independiente, ¿de quién?-, pero casi lo prefería a la denominación de
“periódico global”, que tiene ínfulas universales, pero, ¿es mejor periódico?
Lo dudo.
Además el anuncio de hoy es paradójico: no basta con indicar que la primera
plana se ha vendido a un anunciante, sino que el texto del anuncio - una sola
palabra: “Entregados”- señala la posición del periódico ante quien paga (y
manda).
Chomsky,
en “Los guardianes de la libertad” (“Manufacturing consent”), escribe que la
publicidad en los medios de comunicación de masas es uno de los cinco elementos
que componen un modelo de propaganda, en países donde está reconocida la
libertad de expresión e información y se defiende el papel de la opinión
pública.
In
illo tempore, cuando la prensa se preciaba de ser el cuarto poder -aunque pocas
veces lo era-, los periódicos defendían como una muralla su mancheta y la
primera plana.
La
primera plana definía el contenido de la edición del día y era la primera
batalla, ganada o perdida, en la venta de ejemplares frente a los competidores,
y para publicar la gran noticia del día, se reservaba el hueco en la primera
página hasta que llegaba a la redacción, por cualquiera de los medios de
entonces, o incluso se demoraba la impresión si la noticia que se esperaba lo
merecía.
Los
mejores reporteros se peleaban por colocar en primera plana sus crónicas, como lo recordaban tantas películas sobre
periódicos y periodistas, y en particular Howard Hawks en “Luna nueva” y Billy
Wilder en “Primera plana”, en el duelo entre el periodista Hildy Johnson (Jack
Lemmon) y su trapacero jefe Walter Burns (Walter Mathau).
Eso, me temo que pasó a la historia del periodismo, porque
ahora parece que son los anunciantes los que disputan por aparecer en primera
plana, en unos diarios que han entregado su alma y su razón de ser al diablo,
no a sus lectores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario