miércoles, 16 de noviembre de 2016

Rosa y cinco millones más

Good morning, Spain, que es different

Rosa, la anciana de 81 años, que ha muerto en Reus al incendiarse su casa por haber caído la vela con que se alumbraba, es una muestra del deterioro social que han provocado los recortes en gasto social, un ejemplo de la “recuperación” selectiva y de la política que, según Rajoy, ha dado tan buenos resultados, que no hay que tocarla.
La muerte de Rosa, una víctima de los recortes, del paro (de su yerno) y de las bajas pensiones, es un caso extremo y directo de precariedad, pero entre los cinco millones de personas afectadas por la pobreza energética hay otros casos similares sin que sea tan evidente la relación entre la causa y el efecto. Personas que mueren de frío, de un catarro mal curado o de neumonía por las mismas circunstancias que Rosa, pero que no figuran en las estadísticas como víctimas de la pobreza inducida, o mejor dicho, de la rapiña del oligopolio eléctrico alentada por el Gobierno de Rajoy, que tanto ha hecho para que se den estas situaciones propias de los años cuarenta y cincuenta, cuando Franco regía los destinos de la España imperial pero con hambre.
Al lado de la muerte de esta anciana hay que colocar los beneficios de miles de millones de euros de las compañías eléctricas, que aumentan cada año, casi doblan el beneficio de las compañías eléctricas europeas y apenas se redujeron en los peores años de la recesión. La luz ha subido el doble que la media en la UE y España es el cuarto país con la luz más cara.
Las tres grandes compañías Endesa, Iberdrola y Gas Natural-Fenosa han ganado 56.600 millones de euros desde que comenzó la crisis hasta el año 2105; el peor año fue 2013, en que sólo ganaron 5.900 millones de euros, pero en 2914 ganaron un 20% más. El año 2016 tampoco pinta mal. Su beneficio asciende a 20 millones diarios. Endesa es la que más gana  (empresa pública privatizada por Aznar y ahora propiedad semipública de la italiana ENEL), pues se sitúa entre las cinco más rentables del sector en Europa.
Formar parte del consejo de administración de una gran compañía, en particular de alguna de las eléctricas, es la puerta para pasar de la casta política a la casta económica y se ha convertido en el destino final de muchos políticos, para contemplar cómodamente la vejez.
Lo contrario que Rosa, y otros cientos de miles de personas, que, a edad avanzada, casi sin fuerzas y con las limitaciones propias de la edad, se han de enfrentar a sobrevivir con el mismo ánimo con que sobreviven los refugiados sirios o iraquíes. Son los refugiados españoles dentro de su propia patria, que dependen de la caridad pública o privada, de la menguante asistencia social y de los bancos de alimentos. Ancianos, que junto con mujeres, enfermos y niños que no hacen tres comidas al día (conseguirlo fue el empeño de Lula para Brasil), indican que vamos camino del tercer mundo, y que estamos entre los campeones de Europa en aumento de la desigualdad.
Desde la dictadura, no se había visto un gobierno con un sentido de clase tan claro: que gobierna para los ricos y desprecia a los asalariados y a los humildes. Un gobierno antipopular a pesar de lo engañoso de su nombre, escogido para confundir a millones de personas que no son ricas, pero son incautas y están mal informadas.
Junto con lograr que cinco millones de personas padezcan pobreza energética, hay que recordar el "mérito" del Gobierno de haber empujado a más de 3 millones de personas desde la clase media hacia abajo, despeñadas a golpe de decreto hacia la precariedad.
El Gobierno de Rajoy está construyendo, con prisa pero sin pausa, una España disociada, empobrecida y crecientemente desigual, que para una buena parte de sus habitantes ha retrocedido a los años cincuenta, y que, en ciertos aspectos, cuando cinco millones de personas han de renunciar a la energía eléctrica y recurren a las velas y al brasero para tener luz y calentarse, en sólo ocho años ha retrocedido dos siglos.

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