domingo, 16 de abril de 2023

¿Podemos Sumar? (2)

La tensión entre Sumar y Podemos no disminuye, sino que aumenta con el apremio de dirigentes de este grupo a Yolanda Díaz para que responda a nuevas cuestiones, que van envueltas en el coloreado papel de celofán de la unidad con que los “morados” acompañan las condiciones para llegar a un acuerdo.

Pero tirar del cordel para ver quién cede primero o comprobar quien es el valiente que frena más cerca del abismo es un juego peligroso a la luz de los pronósticos de los sondeos de opinión sobre intención de voto, que no dan la mayoría que cabría esperar como recompensa a la labor del gobierno de coalición en una situación nacional e internacional bastante adversa.

No es este el espacio adecuado para realizar un balance detallado de su gestión, que legislativamente ha sido intensa -más de cien leyes-, pero, aun teniendo en cuenta errores notorios, como el pago de elevadas “facturas” por el apoyo de sus aliados o la misteriosa decisión sobre el Sahara, es positivo el saldo resultante en medidas para paliar los efectos encadenados de la herencia del gobierno de Rajoy, con el “problema catalán” al rojo vivo y el desastre social de las medidas de austeridad como principales cargas, seguido de la pandemia de la covid, de la crisis energética provocada por el oligopolio eléctrico y de la guerra en Ucrania, y no merece estar a la par en preferencia de voto con quienes, mostrando un patriotismo impostado en una situación de excepcional dureza, se han dedicado a poner zancadillas y a decir a todo que no. Triste país es este, en que suscitan la misma confianza quienes hacen y se esfuerzan por gobernar, que quienes lo entorpecen desde la oposición utilizando recursos arteros, y donde parece que la calidad de la actividad política se mide por un audiómetro, donde tienen menos crédito quienes presentan proyectos de reforma que quienes hacen subir los decibelios en el Congreso con la crispación de sus diputados, aunque no aporten otra cosa, porque carecen de programa.

En resumen, las elecciones no están ganadas, ni las de mayo, que posiblemente serán un barómetro de las de otoño, ni las generales, que, en esencia están ahora en el fondo de las diferencias entre Sumar y Podemos. Por tanto, el nudo del asunto no está en sumar más o menos apoyos o restarlos a un hipotético gobierno de coalición de izquierda, que sería el único posible, frente al otro formado por la coalición de los dos partidos de la derecha, dada la segura desaparición de Ciudadanos en su última disputa electoral.

El quid del asunto, más que en sumar o restar, está en dividir o en multiplicar, o lo que es lo mismo, en persuadir o en disuadir a los votantes. En disuadir, si los votantes de izquierda consideran que una inexplicable división entre sus partidos hace poco útiles sus votos ante la seguridad de la derrota, o en multiplicar, si las izquierdas presentan un frente lo suficientemente compacto como para concurrir con posibilidades de éxito y dar validez al voto de sus seguidores. La izquierda debe arrastrar, transmitir sensación de utilidad para arrastrar a los indecisos a subirse al carro del vencedor para derrotar a las fuerzas de la reacción, que, no sólo no merecen gobernar por la carencia de propuestas, aunque van sobradas de ocurrencias, y por la falta de visión de lo que ocurre en Europa, sino porque su actividad como oposición ha sido desleal y en algunos casos inconstitucional. Por lo dicho y por lo hecho, las derechas no merecen una victoria electoral como premio, aunque puede suceder que la obtengan, dada la desinformación reinante sobre la estructura del poder en España y el reparto de las competencias autonómicas y la escasa cultura política -una asignatura pendiente- de gran parte de la población votante. Y si persiste, claro está, la división de la izquierda.

Algunos politólogos y periodistas dan por definitivamente rota la relación entre Sumar y Podemos, pero aquí, desconociendo los planes de los estrategas de ambos partidos, que suponemos en su sano juicio, no vamos a apostar por eso, porque sería tirar por la borda lo conseguido en esta legislatura, en la que se ha avanzado, a veces a trompicones, en reducir la desigualdad y mejorar en algún grado la suerte de las clases subalternas, pero queda mucho por hacer para remontar casi quince años de retrocesos en esta materia. Por eso sería un desastre que Sumar y Podemos no llegaran a un acuerdo que permitiera reeditar el gobierno de coalición con el PSOE.      

Tienen otra razón para limar sus diferencias, pues, a pesar de lo que crean algunos de sus dirigentes, Sumar y Podemos se necesitan porque son fuerzas que políticamente compiten, hasta en temas que comparten (el feminismo, por ejemplo), pero socialmente se complementan. Sumar, que ahora recoge apoyos periféricos que antes fueron a Podemos, ofrece, además de la novedad, que es un valor efímero, pluralidad y el enlace de políticas regionales, por un lado, con el mundo del trabajo y la actividad sindical, por otro. Sumar, sobre todo su portavoz, muestra un talante templado y dialogante, un discurso animado por buenas intenciones y un tanto zalamero, pero aún vago, impreciso, que debe concretar en un programa, y presenta, con el aval de algunos logros importantes, las dosis necesarias de pragmatismo y capacidad para negociar.  

Podemos es la expresión española de la izquierda postmoderna, un proyecto típico de la clase media urbana, de estudiantes, profesionales de mediana edad del ámbito de la cultura y los medios de información, de empleados del sector servicios y de jóvenes becarios, graduados sin empleo o con contratos precarios y de un entorno de gente con cierta ilustración, que comparte un ideario que se podría describir como alternativo, urbano, ecológico, pacífico y feminista, pero no exactamente un programa político sino más bien una amalgama impresionista de reivindicaciones preferentemente identitarias, animada por una clara posición reformista, no exenta de demagogia y cierta deriva utopista.   

No se puede negar en Podemos la intención de cambiar las cosas, pero peca de prisa, intransigencia y tendencia a establecer nuevas ortodoxias. Entre las debilidades más notables en un partido que aspira a ser hegemónico está la de ofrecer un proyecto poco claro de país.

Para concluir: lo importante son las expectativas que Sumar y Podemos susciten con su actitud a la hora de ir a votar, bien para continuar la labor reformista de esta legislatura o para dejar que las derechas acaben con ella.    

El hecho de acudir unidos a las elecciones, con la confianza de ganar, puede arrastrar a los indecisos; concurrir divididos, con la sensación de haber perdido de antemano, puede disuadir incluso a los convencidos, que se pueden sentir tentados de castigar a los suyos con la abstención para no hacerse cómplices de su estupidez.

15.4.2023, para El obrero.es

 

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