viernes, 25 de agosto de 2017

Croniquilla londinenese

Good morning, Spain, que es different 

Hacía al menos quince años de mi último viaje a Londres y, claro está, la ciudad ha cambiado. Hay fiebre por la construcción; grúas y más grúas, andamios y estructuras, novísimos edificios de acero y cristal se incrustan entre las casas del siglo XIX, en el interior y en las riberas del Támesis. El “Shard”, el “Walky talky” y otros edificios de difícil limpieza y caro mantenimiento dejan constancia de los audaces diseños de presuntuosos arquitectos. Parece que se está incubando otra burbuja inmobiliaria, pero uno va pensando en otra cosa.
Me fui con la resaca del atentado de Barcelona y eso era lo que tenía en la cabeza.
Londres siempre ha sido una ciudad cosmopolita, pero ahora se advierten muchas personas de aspecto árabe o arabizante y practicantes de religión musulmana, sobre todo, mujeres veladas. Hace unos años la indumentaria más chocante era la de mujeres de la India vistiendo saris color azafrán o amarillo y mujeres africanas con estampados coloridos, ahora lo notorio es la cantidad de mujeres veladas que se ven por la calle; unas, que parecen iraníes, vistiendo a la europea (a la moda) pero con el cabello y el cuello tapados, y otras, procedentes de la península arábiga o de Pakistán, llevando una especie de hábito de color oscuro, negro, marrón o pardo, de la cabeza a los pies, y muchas con nikab. 
Es curioso ver unos tipos morenos que van vestidos a la occidental, más bien a la norteamericana (bomber, tejanos, zapatillas deportivas y gorra con la visera hacia atrás), y unos pasos detrás van sus mujeres soportando el nikab, en una aberrante muestra de teocracia y propiedad privada. A mi mujer sólo puedo verla yo, piensa el islamista, pero puedo disfrutar también de la vista de las otras mujeres, tanto de las que están comprometidas como las que no. Los infieles deben de ser imbéciles y unos cornudos, teniendo en cuenta que sus mujeres visten como rameras.
No he visto muchas mujeres llevando el nikab en los museos, al contrario, en cambio he visto muchas en los mostradores de las marcas más caras en los almacenes Harrods. ¿Casualidad? ¿O una combinación de teocracia, sumisión y consumismo? Por cierto, que una jovencita con nikab (los ojos que se percibían a través de la mirilla eran de una mujer joven, así como la voz) se levantó en el “tube” para cederme su asiento. Debió olvidarse de Saladino y sintió compasión por un vetusto caballero cristiano, que tenía cara de dolor de espalda. Yo, naturalmente, rehusé el ofrecimiento, y mantuve la compostura  simulando una gallardía perdida hace tiempo. Eso sí, en cuanto se quedó un asiento libre me senté, y me quedé con ganas de soltarle a la joven de negro una frase de Ortega: <España y yo somos así, señora>, pero no lo hice, aunque quedó el gesto. La honra (aunque sin barcos) estaba salvada y la Marca España, me imagino que también.
Sigue la polémica de los bolardos. Somos unos papanatas, en Londres hay calles que están valladas, o tienen gruesos bloques de hormigón o barreras de hierro que se levantan. Y listo. Y en algunos lugares, además de los cierres de hormigón, hay arcos metálicos fijos para instalar detectores. Y supongo que nadie se rasga las vestiduras por lo que parecen muestras de que las autoridades se toman en serio las amenazas de los terroristas.  

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