La gran diferencia con las protestas antiautoritarias de otros “sesentaiochos” es que en España, en 1968, había una dictadura de verdad; no una dictadura simbólica o retórica, utilizada como una metáfora o fruto del exceso de un lenguaje cargado de ideología, sino una dictadura real, ostentosamente tangible; omnipresente, perceptible por su olor -a cuartel y a sacristía-, color -gris, caqui y púrpura- y amargo sabor.
Había una dictadura dirigida
por un general, como resultado de la victoria en una guerra civil, que es la
expresión más aguda de la lucha de clases[1].
Dictadura erigida sobre la derrota de la
parte del Ejército que permaneció leal al régimen legal de la II República y de
un improvisado contingente de milicias populares, que, mal dirigidas, hicieron
fracasar el cuartelazo y frenaron durante tres años el avance del ejército faccioso,
formado en buena parte por oficiales adiestrados en la guerra colonial de
Marruecos, apoyado por tropas italianas y por el ejército más potente de Europa,
que era el del III Reich, mientras la II República era abandonada por los
gobiernos de las democracias occidentales.
La dictadura franquista nada tenía que
ver con la ausencia de libertad cómoda,
suave, razonable y democrática, señal del progreso técnico, en la civilización industrial avanzada, de la que hablaba Marcuse en El hombre unidimensional, contra
la que protestaban los jóvenes norteamericanos, porque España no era una nación
industrial y técnicamente avanzada, ni nada en la dictadura era cómodo, suave,
razonable y mucho menos democrático.
Los
extraordinarios poderes de Franco excedían los del gobierno de Estados Unidos o del general De Gaulle,
increpado por los estudiantes franceses, y las Cortes no tenían parangón con el
sistema parlamentario de la República Federal Alemana, pese a los residuos nazis presentes en las
instituciones, que denunciaban los grupos de la oposición extraparlamentaria. La
clerical dictadura de Franco también quedaba lejos de la Italia con resabios
fascistas, gobernada por la democracia cristiana, que mostraba el persistente
poder de la burguesía católica, contra el que protestaban los jóvenes radicales
italianos. España era different.
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