martes, 13 de septiembre de 2022

Javier Marías

Ha muerto, por sorpresa, Javier Marías. Un gran escritor y una gran pérdida para la literatura española e internacional, pues era uno de nuestros autores contemporáneos más traducido a otros idiomas.

Desconocía sus dolencias y su estado de salud y, sencillamente, no me lo esperaba; es más, lo que esperaba, a la vuelta de su veraneo y del mío, eran sus artículos críticos de viejo cascarrabias sobre vicios nacionales y novísimas ideas y conductas, que, a la postre, quedarán condenadas muchas de ellas a ser sólo modas, tan pasajeras como otras, vistas con la distancia de los años. En algunos casos, se pasaba en acidez o exageraba en sus apreciaciones, pero en otros no le faltaban argumentos para ser tan crítico.

Conozco sus libros de portada, pero confieso -mea culpa- que no he leído ninguno. De Marías, ni de otros novelistas nacionales o extranjeros. Hace años me paré y abandoné las novelas. Fui incapaz de elegir entre tanta oferta o me cansé; no lo sé; no he analizado las razones, pero las dejé. Sí recuerdo el momento, no la fecha, pero sí la obra que me condujo a tal decisión y fue La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Llevaba leída la mitad, cuando caí en la cuenta de que no me interesaban las desventuras de aquel pretencioso “yupi” de Manhattan y cerré el libro. Y cerrado sigue. Me parece que, siendo la vida tan corta, el ensayo enseña más que la novela y lo hace en menos tiempo.

No he leído, pues, novelas de Javier Marías, sí algo de su padre y traigo a colación una obra, a mi juicio magnífica, de su madre, Dolores Franco, titulada España como preocupación, publicada, nada menos que en 1944. En el prólogo de una edición posterior, su marido, Javier Marías, explica su aparición.  

“Cuando escribió la <Nota final>, cuando el grueso montón de cuartillas quedó completo, surgieron los problemas editoriales. Y cuando, al cabo de no pocas peripecias, Ediciones Adán presentó el libro a la censura, esta respondió que el contenido podía publicarse, pero había que cambiar el título, porque “Dolores Franco, España y preocupación hacían muy mal efecto”. Los censores insistían en que tenía que decirse que se trataba de literatura, no de política; los editores indicaron que el original llevaba un subtítulo: Antología literaria. Un censor expresó su convicción de que nadie sabía qué quiere decir antología. Hubo que incluir la palabra “literatura” en el título y el libro se llamó en su primera edición La preocupación de España en su literatura. Al reeditarse en 1960, con grandes ampliaciones, en tiempos un poco menos absurdos, recuperó su título originario”.

¿Y qué es lo que perseguía Dolores Franco, que molestaba a los censores?

Ella misma lo apunta en la Introducción: “Surca la literatura española, durante tres siglos, una vena de honda preocupación nacional, que unas veces corre profunda y otras aflora a borbotones. Su persistencia, su volumen y su matiz hacen de ella algo específico de nuestras letras, casi desconocido en otros países (…) Pero no se trata de una literatura política, que se plantee problemas de gobierno, luche por unos principios o impulse hacia una meta propuesta – como en el caso de la Italia que marchaba hacia su unidad, por ejemplo-, sino de un tema literario que decanta una angustia vital e íntima”. 

Sigue Julián Marías en el Prólogo: “Es el primer libro sobre el tema. Apareció en febrero de 1944, con un prólogo de Azorín, “Desideratum”, escrito con increíble rapidez, poco después de recibir el manuscrito. En 1946, se publicó en Buenos Aires El concepto contemporáneo de España. Antología de ensayos (1895-1931), de Ángel Del Río y M. J. Bernardete. En 1949, publicó, en Madrid, Pedro Laín Entralgo su libro España como problema.  

Es oportuno recordar aquí, que, en 1949, Rafael Calvo Serer quiso dar una respuesta al libro de Laín y, en cierto modo, al de Dolores Franco, con el suyo España, sin problema.     

Aquí va un resumen del índice de España como preocupación. I. Siglo XVII: La primera zozobra (Cervantes, Quevedo, Saavedra Fajardo, Gracián). II. Siglo XVIII. Examen de conciencia (Feijoo, Cadalso, Forner, Jovellanos, Fernández de Moratín, Quintana). III. Romanticismo. España en carne viva (Larra, Balmes, Donoso Cortés). IV. El realismo. En busca del tiempo perdido (Valera, Galdós, Pardo Bazán, Menéndez Pelayo, Costa, Picavea, Isern). V. La generación del 98. El dolorido sentir (Ganivet, Unamuno, Baroja, Azorín, Machado, Maeztu, Menéndez Pidal). VI. España como problema intelectual (Ortega y Gasset, Rubén Darío) y tres artículos posteriores: “Adiós a los burritos toledanos”, “Dos viejecitas” y “Ortega: el brillo de la ausencia”.

Desconozco la obra estrictamente literaria de Marías, pero en su colaboración periodística sí me parece percibir, entre otras influencias, la de su madre. Quienes hayan leído sus novelas quizá puedan comprobarlo o desmentirlo.  

Descanse en paz Javier Marías, en su Reino de Redonda, no menos legendario que aquel de la famosa mesa sin picos, fundado en un brumoso país, que él tan bien conocía, por un tal Artús de Pendragón y por sus pares. 

13/9/2022. El obrero.es




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