martes, 13 de septiembre de 2022

Dios salva a la reina


Ha muerto Isabel II, reina de Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte y soberana de los países de la Commonwelth (Mancomunidad de Naciones). Era también cabeza de la Iglesia anglicana y pariente de la realeza española, pero nada más. Se le debe, por tanto, la deferencia señalada por la cortesía entre naciones que pertenecen a las mismas organizaciones internacionales, a pesar del largo contencioso con el Reino Unido sobre Gibraltar y al abandono de la Unión Europea con malos modos. Por lo cual resultan patéticos el exagerado sentimentalismo y los provincianos actos de pleitesía locales y regionales, que se deben más al servilismo de quienes se apuntan a lo que sea para engordar su escueto currículo político que a la existencia de relaciones con la reina difunta o con la monarquía británica.

También resulta exagerada la importancia atribuida por los medios de información, en particular los conservadores, a su persona y a la repercusión de su reinado fuera del ámbito anglosajón.

Con el deceso de Isabel II no se acaba el siglo XX, como se ha llegado a decir, con notable exageración, para alargar políticamente el siglo XX desde una perspectiva exclusivamente británica -y monárquica- y desmentir el dictamen del historiador Eric Hobsbawm, también británico, sobre el corto siglo XX, que empieza en 1914, con la I Guerra Mundial entre los grandes imperios por cambiar el reparto del mundo acordado en la Conferencia de Berlín (1885), y acaba en 1991, con el ocaso y de la URSS y los países de su órbita, el primer sistema alternativo al capitalismo, cuya descomposición aún padecemos, como nos recuerda Vladimir Putin cada día.

Otra cosa es contemplar, desde el punto de vista británico, su largo reinado (1952-2022) -70 años en el trono que superan los 63 años de la reina Victoria (1837-1901)-, que se inicia con el quebranto económico producido por la II Guerra Mundial, la inmediata descolonización, la etapa de recuperación, desarrollo económico y Estado del Bienestar; la alegre y juvenil Inglaterra de los años sesenta, seguida por la obrera y minera, que respondió con luchas a la crisis de los años setenta; la etapa neoliberal y conservadora de Margaret Thatcher, que acabó con ellas y abrió el foso de desigualdad que no ha dejado de crecer; el frustrante y gaseoso período laborista de Tony Blair y los años de gobiernos conservadores que culminan en el Brexit, la gestión de la pandemia de covid y la deposición de Boris Johnson.

Con luces y sombras -y algún año horrible- el reinado de Isabel II está marcado por el declive del imperio y la pérdida de influencia anglosajona en el mundo, reemplazada por la de Estados Unidos, y por el desplazamiento del Reino Unido a un puesto secundario en la correlación de fuerzas a escala mundial.  

Isabel II pertenecía más al pasado que al presente; quiso ser una figura digna en una Gran Bretaña en declive, que oficialmente persistía en el ceremonioso ámbito de la monarquía, tributario de acrisoladas tradiciones en torno al poder y a marcadas diferencias de clase. Un mundo muy protocolario y estricto en las formas, propio de una clase alta elegante, hipócrita y adinerada, vestida siempre para lo que demandaba la ocasión, lleno de caballeros de etiqueta, damas con vestidos largos y pamelas, y soldados y oficiales con vistosos uniformes del siglo XIX, ofrecido al público en actos gubernamentales en lugares venerables, en carrozas, desfiles militares, cacerías, campos de golf, fiestas en castillos o carreras de caballos, que mostraban la vida de una aristocracia higiénicamente separada del pueblo por siglos de hegemonía y por insultantes diferencias de renta. Un carnaval, un espectáculo de masas que alimentaba la fantasía popular de vivir perpetuamente en otra época, servido por las revistas y los programas televisivos “del corazón” y por la prensa sensacionalista cuando se trataba de airear escándalos de diversa índole, que han sido muchos, tanto de la realeza como de dirigentes políticos.

Isabel II quiso representar ese ambiente tradicional y protocolario, pero vivió rodeada de una familia bastante bien adaptada a los tiempos que corren, en los que la nobleza ya no obliga y la aristocracia puede tener prácticas fiscales poco patrióticas y delictivas, gustos sexuales depravados, unirse sentimentalmente a personas de origen plebeyo y mezclarse con sátrapas y sujetos poco recomendables (por decirlo suavemente) en los negocios, algunos bastante oscuros.

Isabel II, era también la cabeza visible de la Iglesia anglicana, un rasgo aún más arcaico, que la emparejaba con la monarquía alauita, donde el rey de Marruecos es el jefe de los creyentes y también la fortuna más importante del país, que también es un rasgo destacado de la monarquía británica. Hasta que aparecieron en el firmamento económico los jóvenes emprendedores de internet, la informática y el turbocapitalismo financiero, que han formateado la economía mundial con los criterios de un casino de Las Vegas, Isabel II, junto a la reina Juliana de Holanda, estaba entre las personas más ricas del planeta. Por algo, los británicos aluden a la familia real con el nombre de “The Firm” (la empresa).  

Su dios misericordioso ha querido salvar a Isabel II del reinado de su hijo Carlos, de las comprometidas derivas económicas, sentimentales y sexuales de su propia familia, de las consecuencias del Brexit y la nefasta gestión de Boris Johnson, de las decisiones de la primera ministra novata, de la que dicen es una versión mejorada de Margaret Thatcher, de una economía en crisis con la libra esterlina en su cotización más baja y de un problema sin resolver en Irlanda o, mejor dicho, dos: la reunificación de la isla, no olvidada por los irlandeses, y el problema de conjugar la relación entre ambas zonas por la permanencia de República de Irlanda en la Unión Europea y la salida del Ulster de ella, arrastrada por Londres.

Dios ha salvado a la reina de ese incierto futuro, pero la ciudadanía británica sigue ahí, en gran parte añorando un tiempo que ya se fue. 

God save the queen
We mean it man
There's no future
In England's dreaming

God save the queen.

No future

No future

No future for you.

Sex Pistols: “God save the Queen” (1977)

9/9/2022.

El obrero.es (12/9/2022)

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