domingo, 16 de enero de 2022

Feliz año 2022

 Se acerca la hora de la verdad. Crepitan las ascuas en las chimeneas, los fogones están al rojo, humean las cazuelas, se asan besugos y corderos, y se doran aves y cochinillos.

Es la hora de los hornos y no se debe ver más que la luz, por utilizar una frase del cubano José Martí fuera de contexto para señalar que la luz no es más que el saber de las cocineras veteranas dirigiendo el trabajo de pinches y pinchesas, y el arte de los “chefs” y “masterchefs” imponiendo su autoridad sobre adictos recientes a la gastronomía, inmaduros aficionados y resabiados cocinillas, que creen saberlo todo.

Nada de pruebas o improvisaciones, que el asunto es serio. Todo tiene que estar perfecto, al punto de sal y cocción, de presencia y olor, de gusto y sabor, porque, en algunas regiones, esta es la noche más importante del año, y los invitados, aunque no sean muchos -el maldito bicho manda-, merecen esa especial atención. Lo mismo ocurrirá mañana, para quienes celebren la fiesta (y la comilona) del día de Navidad.

Sentaos a una mesa bien puesta, juntaos con precaución, muchos o pocos; comed, bebed, hablad y celebrad el estar vivos y recordad a los que ya no están. Y dedicad, también, siquiera un instante a pensar en los que no pueden darse, ni hoy ni mañana, un pequeño homenaje. Y en cómo podríamos arreglarlo.

Buenas fiestas y sed moderadamente felices, por no abusar de la felicidad, que es un lujo al que no conviene acostumbrarse.

Y cómo no podía faltar el clásico villancico, ahí va una versión del conocido “Pequeño tamborilero”, que no es el del Bruch ni el “tambor de granaderos”, sino la versión de un coro de Soweto, por recalcar aquello de que “el Sur también existe”.

31 de diciembre de 2021.

 

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