miércoles, 10 de julio de 2019

Le quatorze Juillet


El otro día, a propósito de 4 de Julio (made in USA), una amiga -de FB y de la “realité”- me tiraba un tejo a propósito del 14 de Julio, la fiesta nacional francesa. Y no es para menos, porque de los fastos de Francia sacó Trump la malhadada idea de montar un numerito bélico y partidista el día 4, seguramente aconsejado por su family o por el “think tank” conservador de guardia, que resultó ser más partidario del “tank” que del “think”.
Y es que, en cuanto a “grandeur”, les enfants de la patrie son inimitables y lo hacen con naturalité, porque son así de chulos, pero lo cierto es que, política y culturalmente, Francia también ha ejercido mucha influencia sobre España, al menos sobre una parte de loso españoles (dejemos aparte los borbónicos pactos de familia), pero no tanta como hubiera sido deseable -¡Ah, la Ilustración!, tan parca en estos pagos-, y ahora, además, en declive ante el aluvión cultural anglosajón, cuando ya es demasiado tarde para ser afrancesado.
En el campo del pensamiento político, histórico y sociológico, baste recordar a Rousseau, a Montesquieu, a Tocqueville; a Chatelet, a Pirenne, a Ariés y Duby; en otro sentido a Mounier, Sartre, Simone de Beauvoir, Aron y Camus; a los estructuralistas, más bien marxistas de cátedra, en boga en los años sesenta -Althusser, Poulantzas, Balibar-, Foucault, a Lefort y Castoriadis; a Bourdieu, Elías, Castel y luego a los post de la izquierda en extravío: Debord, Lyotard, Derrida, Ranciere… mucho ruido y poca chicha.
¿Y qué decir de los grandes poetas y novelistas del siglo XIX? Modernos o románticos -Balzac, Stendhal, Chateaubriand, Verlain-, sin dejar atrás a los Dumas, a Verne y al pesado de Daudet. No han sido mancos en tebeos: Tintin, del belga Hergé, que, con Astérix, Lucky Luke y el Teniente Blueberry llegaba a España a través de la editorial francesa Pilote.
¡Ah! Y Simenon, catedrático de la novela policiaca, con su inspector Maigret…, que luego ha tenido su prolongación en el cine -otro invento francés, de los hermanos Lumiere y de los tanteos de Meliés- con actores como Jean Gabin, Paul Meurisse, Lino Ventura, Charles Vanel y otros intérpretes del cine negro de los años cincuenta y sesenta.
No han faltado galanes en la gran pantalla, como Henri Vidal y Gerard Philipe, ni otros más modernos -ya de otro tiempo- como Belmondo, Delón, Ronet, Perrin, Sernas, Léaud-, sin olvidar a tontilones como Fernandel, Bourvil y al gesticulante Louis de Funes. ¡Y Jacques Tati!, que es punto y aparte.  
En cuanto a ellas… Simone Signoret, Michelle Morgan, Danielle Darrieux, Martine Carol, Brigitte Bardot, Milenne Demongeot, Jeanne Moreau, María Schneider (del último tango…). Sin dejar atrás a un buen plantel de directores de la vieja ola -Clair, Renoir, Besson, Chabrol, Carné- y de la nouvelle vague -Truffaut, Godard, Varda, Rohmer-.
También tienen una buena nómina de chansoniers: Maurice Chevalier, Charles Trenet, Yves Montand, Jacques Brel, Jean Ferrat, Leo Ferré, Charles Aznavour, Gilbert Becaud, Alain Barriere, Adamo, Johnny Halliday, Hervé Vilard, el elucubrante Antoine... Incluso tenían un buen conjunto instrumental -Les guitarres du diable- para competir, en inferioridad de condiciones, claro está, con The Shadows, ingleses, y los The Ventures, americanos, que marcaban la pauta con el limpio sonido Fender.
También han estado bien surtidos de cantantes femeninas (“cherchez la femme”, que decía Dumas): Line Renaud, Edith Piaf, Juliette Greco, Dalida, Francoise Hardy, Sylvie Vartan, France Gall, Jane Birkin, Marie Lafôret… De las de hoy, no recuerdo a ninguna.
Con algo de antelación, les deseo un feliz día 14 de julio, sin aspavientos ni a favor ni en contra, pero quizá dedicando algo de la jornada al cine, viendo por ejemplo, “La Marsellesa” de Renoir o “Chacal”, de Fred Zinnemann, donde el malvado James Fox, pretende asesinar al general De Gaulle el día de la fiesta nacional. Disfrutenlas mientras degustan un Pernod, un calvados, un borgoña o un burdeos (importando de Hispania), por no decir un Moet Chandon, no que está el bolsillo para muchas alegrías. 
Y aquí me despido por obras. Este trasto no me da más que problemas y se lo ha de llevar el mecánico, a ver si con una chapucilla puede tirar otra temporada. Si no, me veré obligado a comprar otro. En cualquier caso, estaré incomunicado unos días. Pero prometo volver.


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