miércoles, 8 de mayo de 2019

Las “mochilas” de Casado


Grande ha sido el descalabro electoral del Partido Popular, que ha perdido 71 escaños en el Congreso (de 137 ha caído a 66) y 74 en el Senado (de 130 a 56), que era su bastión más firme desde hace 25 años. Y grande ha sido la frustración del nuevo líder, Pablo Casado, cuyo vuelo gallináceo estaba lastrado desde el principio por la crítica situación del Partido, que aún no había digerido su desalojo del Gobierno en junio del año pasado. 
Esa era una de las “mochilas” que Casado llevaba a la espalda en la carrera hacia las urnas, y que no supo aligerar con un poco de inteligencia y algo menos de prisa, provocada por una actitud que debe formar parte del libro de estilo, que es tomarse muy mal la pérdida del Gobierno y tratar de volver a él con la mayor rapidez y sin reparar en las formas.
El PP, desde siempre, ha tenido mal perder, y en este caso, juzgaron la moción de censura como una maniobra, no como un procedimiento legal (y además justificado) para sacar a Rajoy de la Moncloa, tras la sentencia del caso “Gurtel”, y acusaron de ilegítimo al Gobierno de Sánchez, como si señalando un presunto culpable se volatilizase en el aire el problema de la corrupción.
Pues esa es la mochila más pringosa que Casado lleva a la espalda. Una mochila “llena de mierda”, como la calificó Álvaro Pérez, “el Bigotes”, antiguo promotor de eventos y proveedor de trajes del presidente Camps, sobre la que Casado no ha amagado ni la mínima autocrítica, porque el problema sigue -ya está señalada Esperanza Aguirre en las investigaciones de la trama “Púnica”- y seguirá pendiendo sobre la jefatura del PP, con independencia de quien la ostente.
Otra mochila está llena con los efectos negativos de las medidas de austeridad, que han lesionado, y lesionarán hasta que sean revertidas, a la parte más popular de su electorado, que ha podido comprobar que con palabrería patriótica no se tapan las penalidades dejadas por los recortes y la reforma laboral. Esos efectos se han cargado también en la cuenta de Sánchez, como si hubiera gobernado los últimos 8 años en vez de los últimos 8 meses.
La cuarta mochila es la morosa, indolente e inexplicable actitud ante el “procés”. Igualmente mal digerido en el Partido y peor aún por el propio Casado, que entonces formaba parte del pasivo equipo de Rajoy y ha querido absolverse con acusaciones y gesticulación.
Obviando los cinco años de flema gallega ante un problema que crecía día a día y que, al final, no se pudo arreglar negociando como creyeron, pues para eso la vicepresidenta montó un despacho en Barcelona, la culpa se ha echado sobre Sánchez por hablar con el President de la Generalitat y se le ha acusado de establecer un pacto con independentistas catalanes y vascos “para romper España”, que es la versión actualizada para la ocasión de aquel infundio lanzado contra Zapatero acusándole de “entregar Navarra a ETA”. Pero la verdad es que la palabrería y las insidias no han podido borrar los cinco años de insólita pereza ante lo que ahora presentan como el primer problema del país.  
Aún hay que añadir otra carga sobre las maltrechas espaldas de Casado, que es su propia cruz, tallada por él mismo con primor artesano, según el consejo de un pésimo ebanista, al competir con Vox, con la retórica y las formas de Vox, tratando de sacar pecho para sacudirse el degradante sambenito de dirigir la “derechita cobarde”.
La campaña electoral, crispada y faltona, ha sido un desastre, como lo revelan no sólo los resultados, sino las fugas de sus propios compañeros, que han sufrido en sus carnes las malas formas de lo que él entiende como renovación del partido; y lo entiende tan mal que casi se queda sin él.   

30 de abril, 2019



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