Tras una estancia en Israel, en 1956, como corresponsal de guerra, el novelista León Uris (1924-2003), hijo de judíos polacos emigrados a Estados Unidos, publicó en 1958 el relato de un episodio del año 1947 acaecido en el puerto de Haifa. El libro -Exodus (Éxodo en la edición española)- fue bien acogido por el público y llevado al cine en 1960. La película, del mismo título, fue dirigida por Otto Preminger, con guion del propio Uris y del perseguido Dalton Trumbo, e interpretada por célebres artistas de la pantalla.
El
libro y la película -como también La sombra de un gigante (Shavelson,
1966)- contribuyeron a popularizar la causa y los mitos del moderno estado de
Israel, que por entonces crecía en población admitiendo emigrantes judíos
dispersos por el mundo, de Europa en particular, donde, después de la II Guerra
mundial, unos 250.000 se hacinaban en campos de refugiados en Austria y
Alemania.
El
Exodus, nombre tomado del segundo libro del Pentateuco -Génesis,
Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio-, que
relata el hipotético viaje de “retorno” de los judíos desde el Egipto faraónico
a la Tierra Prometida, fue un antiguo paquebote utilizado por Estados Unidos
durante la IIª Guerra mundial, adquirido en 1946 a través de intermediarios por
el grupo paramilitar sionista Haganá para trasladar judíos europeos a
Palestina, entonces un protectorado británico.
El
11 de julio de 1947, el Exodus zarpó del sur de Francia con 4.500
personas a bordo, con el propósito de arribar al puerto de Haifa el día 18,
pero, cuando se hallaba sólo a 40 kilómetros de su destino, fue abordado por
tropas británicas procedentes del crucero “Ajax”[1],
que causaron tres muertos y varios heridos en el asalto antes de tomar el
control del buque.
Como
represalia por la deportación de los pasajeros del Exodus ordenada por
las autoridades británicas, en septiembre de 1947 un grupo de militantes de dos
organizaciones armadas sionistas -el Irgún y el Lehi (grupo Stern)- colocaron
una potente bomba en el Cuartel General de la Policía de Haifa, que provocó la
muerte de cuatro policías británicos, otros cuatro árabes, una mujer y un niño
y una treintena de heridos. Pero dejemos aquí el libro y la película.
El
futuro estado judío se inspiraba en la arbitraria Declaración de lord Balfour
de 1917, aprobada por el gobierno de Londres, que proponía dividir el
territorio de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe. Los ingleses
administraban de modo provisional un territorio perdido por el imperio otomano,
pero dispusieron de él como si fueran sus legítimos propietarios para cederlo a
unos nuevos ocupantes llegados de Europa, aunque sin pedir opinión a los
palestinos, que lo habitaban desde hacía siglos. En realidad, era el resultado
de negociaciones secretas entre ingleses y franceses para repartirse los
despojos del imperio otomano (acuerdo Sikes-Picot de 1916) y de promesas de
independencia no cumplidas, hechas a los árabes y a los kurdos para contar con
su apoyo en la lucha contra los turcos. Intrigas en parte descritas en las
andanzas del militar inglés Thomas E. Lawrence (Lawrence de Arabia en la
película de David Lean).
Fundar
un estado confesional judío en Palestina era meter una brasa en Oriente
próximo, una región sometida a diversas apetencias imperialistas, de cultura
árabe y religión hegemónicamente musulmana -aunque con católicos, ortodoxos y
drusos-, donde personas extranjeras de otra religión y otra raza, blanca de
origen europeo en su mayoría, con otras culturas, lenguas y tradiciones no
serían bien recibidas, sobre todo si aumentaba rápidamente su afluencia y su
tendencia a expandirse.
La
fundación de un estado judío en el cercano Oriente tenía el claro propósito
colonial de ocupar el territorio perdido por los turcos con un estado de corte
europeo, aunque con otra apariencia, basado en la presunta legitimidad aducida
por los judíos de reclamar como propia una tierra que decían haber abandonado
en el siglo primero de la era cristiana, pero que les estaba reservada por una
voluntad inapelable, superior a cualquier pacto político entre seres humanos.
En
1918, el Plan Balfour fue rechazado por los árabes y en 1919 por el Congreso
General Sirio, celebrado en Damasco, además de por colectividades judías de
Europa y América. Entre 1919 y 1928 se celebraron siete congresos palestinos en
los cuales se rechazó de forma reiterada y se reafirmó el deseo de hacer de
Palestina un estado independiente. Pero el flujo migratorio de los judíos hacia
Palestina no cesó y los choques armados se hicieron frecuentes.
Además
de los llegados en el siglo XIX, entre 1919 y 1923 llegaron 35.000 judíos y
otros 70.000, la mitad de ellos polacos, entre 1924 y 1928, y se multiplicaron
los atentados. En 1929, un acto del Betar, un grupo armado israelí antecedente
del Irgún, provocó un pogromo (estrago) contra los judíos en Jerusalén y una
serie de enfrentamientos que se saldaron con cerca de 300 muertos.
En
1936, con una huelga general comenzó la gran revuelta árabe, que en los tres
años siguientes provocó 7.000 víctimas. En julio de 1937, una bomba hizo
explosión en el mercado árabe de Haifa matando a 74 personas y dejando heridas
a más de cien.
La
llegada de los nazis al gobierno en Alemania supuso un salto cualitativo, pues,
por un lado, acentuó la huida de judíos hacía otros países, entre ellos
Palestina, cuya población judía, en 1941, sobrepasaba las 110.000 personas. Y,
por otro, contenía un plan extraordinario para resolver la “cuestión judía”,
basado en la depuración étnica y en la conquista del espacio vital necesario
para que la élite de una raza superior -la raza aria- pudiera instaurar, sobre
una amplia región del este europeo, un régimen político totalitario, que habría
de durar mil años.
José
Manuel Roca, 1/4/2024, para El obrero.es
[1] Los aficionados a la historia de la II
Guerra mundial y al cine, recordarán que el “Ajax”, junto con otros dos
cruceros ingleses, el “Ëxeter” y el “Aquiles”, libraron, en el estuario del Río
de la Plata, una batalla contra el crucero alemán “Graff Spee”, sin lograr
hundirlo.
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