miércoles, 3 de abril de 2024

ÉXODOS (I)

Tras una estancia en Israel, en 1956, como corresponsal de guerra, el novelista León Uris (1924-2003), hijo de judíos polacos emigrados a Estados Unidos, publicó en 1958 el relato de un episodio del año 1947 acaecido en el puerto de Haifa. El libro -Exodus (Éxodo en la edición española)- fue bien acogido por el público y llevado al cine en 1960. La película, del mismo título, fue dirigida por Otto Preminger, con guion del propio Uris y del perseguido Dalton Trumbo, e interpretada por célebres artistas de la pantalla.

El libro y la película -como también La sombra de un gigante (Shavelson, 1966)- contribuyeron a popularizar la causa y los mitos del moderno estado de Israel, que por entonces crecía en población admitiendo emigrantes judíos dispersos por el mundo, de Europa en particular, donde, después de la II Guerra mundial, unos 250.000 se hacinaban en campos de refugiados en Austria y Alemania.

El Exodus, nombre tomado del segundo libro del Pentateuco -Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio-, que relata el hipotético viaje de “retorno” de los judíos desde el Egipto faraónico a la Tierra Prometida, fue un antiguo paquebote utilizado por Estados Unidos durante la IIª Guerra mundial, adquirido en 1946 a través de intermediarios por el grupo paramilitar sionista Haganá para trasladar judíos europeos a Palestina, entonces un protectorado británico.

El 11 de julio de 1947, el Exodus zarpó del sur de Francia con 4.500 personas a bordo, con el propósito de arribar al puerto de Haifa el día 18, pero, cuando se hallaba sólo a 40 kilómetros de su destino, fue abordado por tropas británicas procedentes del crucero “Ajax”[1], que causaron tres muertos y varios heridos en el asalto antes de tomar el control del buque.

Como represalia por la deportación de los pasajeros del Exodus ordenada por las autoridades británicas, en septiembre de 1947 un grupo de militantes de dos organizaciones armadas sionistas -el Irgún y el Lehi (grupo Stern)- colocaron una potente bomba en el Cuartel General de la Policía de Haifa, que provocó la muerte de cuatro policías británicos, otros cuatro árabes, una mujer y un niño y una treintena de heridos. Pero dejemos aquí el libro y la película.

El futuro estado judío se inspiraba en la arbitraria Declaración de lord Balfour de 1917, aprobada por el gobierno de Londres, que proponía dividir el territorio de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe. Los ingleses administraban de modo provisional un territorio perdido por el imperio otomano, pero dispusieron de él como si fueran sus legítimos propietarios para cederlo a unos nuevos ocupantes llegados de Europa, aunque sin pedir opinión a los palestinos, que lo habitaban desde hacía siglos. En realidad, era el resultado de negociaciones secretas entre ingleses y franceses para repartirse los despojos del imperio otomano (acuerdo Sikes-Picot de 1916) y de promesas de independencia no cumplidas, hechas a los árabes y a los kurdos para contar con su apoyo en la lucha contra los turcos. Intrigas en parte descritas en las andanzas del militar inglés Thomas E. Lawrence (Lawrence de Arabia en la película de David Lean).     

Fundar un estado confesional judío en Palestina era meter una brasa en Oriente próximo, una región sometida a diversas apetencias imperialistas, de cultura árabe y religión hegemónicamente musulmana -aunque con católicos, ortodoxos y drusos-, donde personas extranjeras de otra religión y otra raza, blanca de origen europeo en su mayoría, con otras culturas, lenguas y tradiciones no serían bien recibidas, sobre todo si aumentaba rápidamente su afluencia y su tendencia a expandirse.

La fundación de un estado judío en el cercano Oriente tenía el claro propósito colonial de ocupar el territorio perdido por los turcos con un estado de corte europeo, aunque con otra apariencia, basado en la presunta legitimidad aducida por los judíos de reclamar como propia una tierra que decían haber abandonado en el siglo primero de la era cristiana, pero que les estaba reservada por una voluntad inapelable, superior a cualquier pacto político entre seres humanos.

En 1918, el Plan Balfour fue rechazado por los árabes y en 1919 por el Congreso General Sirio, celebrado en Damasco, además de por colectividades judías de Europa y América. Entre 1919 y 1928 se celebraron siete congresos palestinos en los cuales se rechazó de forma reiterada y se reafirmó el deseo de hacer de Palestina un estado independiente. Pero el flujo migratorio de los judíos hacia Palestina no cesó y los choques armados se hicieron frecuentes.

Además de los llegados en el siglo XIX, entre 1919 y 1923 llegaron 35.000 judíos y otros 70.000, la mitad de ellos polacos, entre 1924 y 1928, y se multiplicaron los atentados. En 1929, un acto del Betar, un grupo armado israelí antecedente del Irgún, provocó un pogromo (estrago) contra los judíos en Jerusalén y una serie de enfrentamientos que se saldaron con cerca de 300 muertos.

En 1936, con una huelga general comenzó la gran revuelta árabe, que en los tres años siguientes provocó 7.000 víctimas. En julio de 1937, una bomba hizo explosión en el mercado árabe de Haifa matando a 74 personas y dejando heridas a más de cien.

La llegada de los nazis al gobierno en Alemania supuso un salto cualitativo, pues, por un lado, acentuó la huida de judíos hacía otros países, entre ellos Palestina, cuya población judía, en 1941, sobrepasaba las 110.000 personas. Y, por otro, contenía un plan extraordinario para resolver la “cuestión judía”, basado en la depuración étnica y en la conquista del espacio vital necesario para que la élite de una raza superior -la raza aria- pudiera instaurar, sobre una amplia región del este europeo, un régimen político totalitario, que habría de durar mil años.

 

José Manuel Roca, 1/4/2024, para El obrero.es

 



[1] Los aficionados a la historia de la II Guerra mundial y al cine, recordarán que el “Ajax”, junto con otros dos cruceros ingleses, el “Ëxeter” y el “Aquiles”, libraron, en el estuario del Río de la Plata, una batalla contra el crucero alemán “Graff Spee”, sin lograr hundirlo. 

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