Madrid es una ciudad bulliciosa, con mucho ruido ambiental y mediático generado como estrategia de desinformación del partido que dirige el Ayuntamiento y la Comunidad. Podría decirse que hay un exceso de propaganda, pero para que fuera cierto, tendría que haber política y no la hay; ninguno de los dos máximos ocupantes de las instituciones da para más; no producen política, no elaboran política, no generan un discurso político, producen simplemente ruido.
Durante
la II Guerra mundial, como en todas las guerras, se acentuó el uso de la
propaganda y la contrapropaganda, de la información y la contrainformación, y
una de las tácticas fue producir ruido real, en emisoras que generan un sonido
como de chicharra que ocupara las ondas; no emitían mensajes, ni informaban,
simplemente estorbaba en el espectro radioeléctrico y dificultaba las
comunicaciones del enemigo, porque la señal perdía potencia o dejaba de oírse.
Creo que lo llamaban “fading”. Ahora se podría llamar “fake news” y se emite
desde “granjas de boots”.
Pero
al botarate que preside el concejo le gusta el ruido real, el estrépito y ha
decidido gastarse un dineral en pasar del ruido metafórico a una traca verdadera
montando una mascletá fallera para homenajear a una correligionaria de
Valencia. No es un fuego fatuo, sino el fuego de un fatuo pagado con dinero
público.
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